Claves
Leila Guerriero: “Un periodista no puede estar por delante de la historia”
Por Esther Vargas
Publicado el 09 de diciembre del 2015
Fotos: Milagros Herrera
Leila Guerriero escribe, escribe. Escribe. Pero antes mira a la gente, se encuentra con lectores –los contempla y escucha–, y vive la vida como cualquiera. Hay que pagar las cuentas. Hay que hacer a veces más cosas de las que uno se imagina. Y todo para seguir escribiendo. Necesita silencio, un silencio que le permite concentrarse y hundirse en los papeles. Debe tener todo en orden, sobre todo la cabeza, y eso es lo más difícil.
La periodista y escritora argentina visita por primera vez Arequipa, pero ya ha estado varias en Lima. Es invitada al Hay Festival. Los alumnos de periodismo la rodean, le piden una foto o la firma de un libro. Ella –larguísima, con la melena alborotada y siempre en jeans–accede. Firma, se deja tomar fotos, sonríe. Luego vuelve a un silencio que parece como una capa protectora. La autora de “Frutos extraños, crónicas reunidas” y “Los suicidas del fin del mundo. Crónica de un pueblo patagónico” se confiesa lenta para escribir, pero “antes era más”.
¿Qué se necesita para hacer una buena crónica? Me imagino que todos te preguntan la receta ahora que pareciera que la crónica está de moda.
-Me parece una mala noticia que la crónica parezca algo de moda. Siempre tuvo un lugar marginal dentro del periodismo, y creo que ese es su lugar. Y al no haber tantos lugares para publicar sigue siendo un género complicado. Me parece bastante torpe pensar que uno se recibe de periodista si escribe una crónica. El periodismo tiene muchos géneros interesantes. Ahora, me parece saludable que la gente quiera escribir crónicas, y hacerlo bien. Pero no es una maestría, o algo así para recibirse de periodista. Hacer una crónica buena no creo que sea fácil, pero tampoco es tan complejo como puede llegar a parecer. Hay que tener curiosidad, paciencia, saber qué quieres contar, hacer una muy buena tarea de reporteo y escribirlo asquerosamente bien. No hay fórmula, pero si quieres una se me ocurre esa. Básicamente debes ser un periodista serio, informado, y con una cabeza amueblada de lecturas de historia, ensayo, ficción…Y que sea capaz de llevar eso a un texto. No se tiene un buen manejo del lenguaje sino se lee. Hay que leer mucho, y de todo. No solo a periodistas. Saber que no es fácil, ya es bastante para empezar. Sentarse y esperar que las musas ayudan no es.
La crónica además de estar hermosamente narrada debe tener información, datos. A veces me da la impresión que se busca privilegiar lo bello por encima de la información dura. ¿Qué opinas?
-Creo que sin un gran reporteo, no hay una crónica. No se trata de un regodeo de la forma. La fórmula: sin mirada no hay reporteo, sin reportero no hay texto, y sin estilo no hay texto. Sin hacer una buena investigación no tienes la historia. No basta escribir divinamente. Si faltan instancias de la situación, no sirve. Es un texto malo.
En las redacciones, los periodistas tiene menos tiempo para reportar. ¿Solo queda el libro para publicar las grandes crónica que sueñan?
-Trabajé muchos años en redacciones y siempre pude hacer crónicas, y defendí el espacio. Es verdad que hay una tendencia a hacerlo rápido, urgente y en diez minutos. Hay quienes hemos aceptado esas formas de trabajo no adecuado, pero a veces hay que plantarse y decir: “así no lo hago”. Y aceptar las consecuencias de eso. Es cierto que ningún editor va a permitir que uno trabaje cuatro meses en una sola cosa. Un periodista hace como siete u ocho cosas a la vez. Trabajar en notas pequeñas, en notas más posibles, y al mismo tiempo en textos que demandan más tiempo es lo que siempre he hecho. Es inocente pensar que uno puede dedicarse a pintar el techo de la Capilla Sixtina, mientras el editor aplaude. Yo no puedo hacer cosas cada siete meses porque sin no hay manera de pagar las cuentas, por ejemplo. Hay que abandonar esa inocencia de que los periodistas somos periodistas que estamos encerrados en nuestra cueva siete meses para luego salir con la gran historia. Hacemos muchas cosas: columnas de opinión, talleres, conferencias, textos cortos.. Todo eso da tiempo para hacer la gran crónica, la cual quizás no será tan bien pagada, pero de alguna manera es financiada con todo lo que uno hace.
Cuando leía “Los Malos” –ese libro de perfiles sobre personajes oscuros y crueles de América Latina–me preguntaba si tenías que lidiar mucho con los escritores, con los cronistas.
-Empecé a editar en Gatopardo, donde edito hasta hoy. La idea de editar empieza con Los Malditos, en el año 2011. No se trata de lidiar. Se trata de acompañar. Un editor debe ser una sombra noble de ese periodista que puede terminar con aplausos y brillos. Un editor debe acompaña a un autor, queriendo que el autor brille, y que la historia encuentre su mejor forma. Yo no lidio. Yo converso, escucho, por supuesto siempre habrá alguien difícil, pero no he tenido encontronazos. Yo aprendo muchísimo editando. Y es un privilegio lidiar -allí sí lidiar- con los textos, y con esa materia exquisita que son los textos. Entablar una conversación con el escritor es muy rico. Debes tener respeto y mucho cuidado porque él (el cronista) considera que su texto es lo mejor que pudo dar hasta ese momento. Allí empieza tu trabajo.
¿Y te tocaron buenos editores?
-Siempre tuve buenos editores. Quizás no hicieron esta tarea de ida y vuelta con los textos. Pero yo he tenido editores maravillosos. Han hecho lo mejor que puede hacer un editor: desafiarte, ponerte en lugares de incomodidad o proponerte cosas arriesgadas. He tenido editores generosos. Y no publicadores. La lectura del editor es muy importante.
EGO, HUMILDAD, UN POQUITO DE MODESTIA
Esta mujer que no es esclava de Twitter ni de Facebook, se ‘pega’ a las webs de los medios para informarse y a la tele. El día previo a la entrevista siguió el desarrollo de las elecciones en Venezuela, a través de Telesur y CNN. Estaba leyendo El País, El Nacional, Contrapunto. “Es importante buscar todas las miradas. Pero no necesito Facebook. Si llegara el día en que solo a través de Facebook se accedería a la información, yo me sacaría una cuenta que se llame ‘Cartelito de Navidad'”.
La humildad del periodista a veces me parece en extinción. Siento que hay mucho ego. No sé. Quizás sea solo una percepción.
-Yo conozco buenos periodistas nada humildes, pero uno debe ser modesto. No puede estar uno por delante de la historia. Un periodista va a contar la historia de otro, y no su propia historia. Lo que vuelve el foco de la cámara demasiado hacia vos me parece que no está bien. Aspiras a saberlo todo, pero en el fondo sabes que no puedes saberlo todo. Creo que eso también es importante, y es parte de la humildad. Me gusta pensar al periodista más en un lugar de modestia.
Se debate en algunas clases de redacción sobre el uso de la primera persona en la crónica. ¿Es innecesaria esta discusión? ¿La historia es la que manda al fin y al cabo?
-Es una decisión completamente personal. Hay escritos en primera persona que me encantan. Yo no la uso para mí, salvo en las columnas de opinión. Me da pudor. No creo que sea buena o mala, lo mismo pasa con la tercera persona. Si la mirada está puesta sobre sí mismo (sobre el periodista), en primera persona o en tercera, eso se va a notar. Eso es un acto de soberbia. Puedes ser un egocéntrico, los hay.
En una conferencia en México, hace muchos años, dijiste que no te interesaba Twitter o Facebook. ¿Cuéntame de esta resistencia? Aunque resistencia no sé si es la palabra adecuada.
–No sé si es resistencia. Lo cierto es que no necesito las redes sociales. No uso Twitter, Facebook, Instagram y conozco a mucha gente que no lo hace. Me llama la atención que llame la atención que no use redes sociales. Me preguntan a menudo (risas) Tampoco tengo un Mercedes Benz, tampoco tengo un caballo, tampoco soy rubia. Un periodista necesita concentración para poder ver, leer y escribir. Creo que muchos de estos medios son terriblemente distractores. Es como un pajarito que taladrea tu cabeza y te grita ‘mirá lo que dicen en Twitter de vos’, ‘mirá lo que pusieron en Facebook’. No creo que sea bueno saber tanto. No creo que uno tenga tantas cosas para decir. Escribo notas, columnas de opinión, escribo crónicas, doy conferencias, doy entrevistas y además debo salir a decir cosas en Twitter. ¿Por qué? ¿Por qué hay que pensar que uno es tan importante para decir tantas cosas?
Para algunos, las redes sociales permiten conocer a tus lectores. ¿Cuál es la relación que tienes con los lectores?
-Cara a cara. El Hay Festival, por ejemplo. Las conferencias, las ferias del libro, las presentaciones… Todo ello me permite conocer gente. En Lima conocí a una chica que llegaba de una provincia. Su enamorado le había regalado por su cumpleaños el viaje a la librería donde yo iba a presentar mi libro. Fue muy conmovedor para mí. Es un contacto fantástico, humano, y posible. No sé si pasa eso en Facebook. Si alguien me dice algo en las redes sociales, a favor o en contra, a mi me gustaría responder, agradecer… Es imposible mantener una conversación fluida con 400 personas a la vez.
¿Como logras esa concentración de la que me hablas?
-Lo primero que necesito es que no sea feriado. Escribir en feriado es mala idea, el silencio reinante no me hace bien. Tengo que tener 10 o 15 días sin obligaciones, como presentar un libro, ir al médico, La casa debe estar razonablemente silenciosa, y lo está: vivimos mi marido y yo. Es un lugar de trabajo, los dos trabajamos en casa. Cierta serenidad interna es fundamental, que es lo más diicil de lograr. El silencio de la cabeza, libre de preocupaciones externa. Así logro encerrarme con todos mis papeles, leer y pensar en empezar. Y al fin escribir.
Entonces escribe, escribe. Escribe.
Publicado por:
Esther Vargas
Periodista. Directora de Clases de Periodismo y La Ruta del Café Peruano. Consultora en Social Media. Editora web del diario Perú21 del grupo El Comercio de Perú. Especialista en periodismo digital, comunicación digital y social media.
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