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El estilo Zileri: Risueño y transgresor
Por @cdperiodismo
Publicado el 31 de octubre del 2015
Caretas, el más longevo e influyente semanario del Perú, celebra por estos días su 65 aniversario. Este es un homenaje póstumo a quien encarna el espíritu de la revista.
Por Mario Munive (*)
Hombre de temperamento volcánico, intuitivo y mordaz, Enrique Zileri dejó su sello personal en muchas páginas, titulares y sobre todo portadas de la más importante revista peruana de actualidad. Irreverentes, ingeniosas, cargadas de sarcasmo y dotadas de un humor corrosivo, esas portadas exhiben, todavía lozanas, las legendarias e incontenibles ganas de joder que Zileri cultivó a lo largo de su carrera periodística.
Contemplar las tapas de la revista es un ritual que repito con frecuencia. Son portadas que enseñan a mis alumnos que en el periodismo la ironía y la sátira pueden ser armas más eficaces que la diatriba y la bilis, tan común en estos días. Zileri, director y dueño de un semanario sin banqueros ni financistas en su directorio, utilizó el humor para burlarse de manera sistemática del poder político. Ningún presidente, caudillo o torvo asesor se libró entonces (ni ahora) del ridículo. A todos les cayó, no sé si por igual, pero siempre con la misma sorna. Esos montajes basados en siluetas o primeros planos, inspirados en aquellos personajes que cada semana terminaban chamuscados por la coyuntura, revelan el saludable irrespeto por la solemnidad que Zileri practicó con delectación.
Pero los titulares de esas portadas también merecen unas palabras: se trata de frases connotativas que ofrecen (o esconden) más de un significado. Son titulares que a menudo juegan con los sentidos para ser impactantes y sugerentes. Y esa cualidad, esa singularísima característica, los ubica en las antípodas del titular fáctico, frío e impersonal, abundante en la prensa limeña, y cuyo ciclo de vida se desvanece después de unas horas, o peor, al cabo de unos minutos.
No ocurre lo mismo con los titulares de Caretas. Veinte años o treinta años después de haber sido publicados, todavía desatan sonrisas, despiertan interrogantes y provocan alguna entrañable evocación entre los adultos que vivieron otras épocas. Si el periodismo informativo está condenado a la fugacidad y el olvido, el periodismo de Caretas construye memoria y está llamado a perdurar.
En la escuela de Caretas apelar a los parónimos (esas palabras de sonido semejante y de similar escritura, pero que tienen distinto significado), es un sello de marca al momento de titular un texto o una portada. Durante tres décadas, en todas las redacciones limeñas por donde mi estrés se instaló por días, meses o años, siempre encontré más de un editor de revistas o suplementos que a medianoche intentaba plasmar el estilo Zileri en su portada. Debo confesar que yo fui (que yo soy) uno de ellos… También le di mil vueltas a una palabra o a una frase, durante madrugadas insomnes, con la ilusión de cargarla de significado y hacerla sugestiva. No siempre se alcanza el objetivo, hay que reconocerlo.
Es por eso que valoro el estilo de Caretas. La obsesión por captar esa frase que está en boca de todos para luego intervenirla y recrearla con estilo y con ingenio, hasta dar finalmente con un titular certero. Puede ser el estribillo de una canción de moda, el título de un libro o de una película en cartelera; puede ser también una expresión coloquial, el lapsus de un político o de una figura pública. Siempre estará detrás el talento y la imaginación puestos al servicio de un periodismo que interpreta y busca profundidad.
De todas esas portadas magistrales que nutrieron mi formación periodística, quiero quedarme con una. La he elegido porque expresa la ironía y el sarcasmo inconfundible de lo que he llamado el estilo Zileri.
En el segundo tomo de sus “Memorias de una pasión”, Domingo Tamariz recuerda que en junio de 1974 Caretas fue clausurada por orden del general Velasco. No fue la primera y tampoco la última represalia. Por entonces la dictadura perseguía, enjuiciaba y desterraba a los periodistas que denunciaban sus tropelías. Ediciones completas fueron requisadas de los kioscos o de la imprenta.
Tamariz recuerda los días posteriores a la clausura de la revista, la orden de captura dictada contra Zileri y la solidaridad de insospechados amigos que ofrecieron sus casas para esconderlo de los agentes de Seguridad del Estado que andaban tras él. Para evitar ser detenido y deportado, cada noche debía cambiar de refugio. Así permaneció dos meses, literalmente, en la clandestinidad.
En agosto de 1974, presionado por el escándalo político que sus órdenes desataron, Velasco dio marcha atrás; levantó la clausura de la revista y anuló la deportación de Zileri.
Caretas volvió a las calles el 28 de agosto. La foto de portada es una composición minimalista pero contundente: una enorme y pesada máquina de escribir, de las que entonces abundaban en las salas de redacción. Sobre ella, la máscara de un perrito risueño le saca la lengua a la dictadura. El titular que Zileri clavó sobre esa imagen era tan irónico como desafiante:
Aquí estamos
PÁLIDOS PERO SERENOS
Esa portada marcó la reaparición de la revista después de dos meses de clausura. “Pálidos pero serenos” es de esos titulares que siguen vivos cuarenta años después. Cada lector lo puede interpretar a su manera. Para mí significa: “Golpeados pero irreductibles”. “Irreductible” entendido como aquello que no se puede destruir. Creo que ese espíritu risueño y transgresor de los Zileri y su revista es una lección de periodismo. Los jóvenes deberían replicarla en su reportería matinal; los viejos, en los devastadores cierres de edición, siempre de madrugada.
(*) Periodista y docente universitario. Actualmente enseña en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Especialista en géneros periodísticos, periodismo narrativo y nuevas tendencias de la comunicación
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