Coberturas
Gabriela Wiener: “No me gusta escribir libros para vengarme de la gente”
Por Milagros Olivera Noriega
Publicado el 22 de julio del 2014
-¿Cómo te llamas?–le pregunta Gabriela Wiener a una muchacha de hombros encogidos que anuncian timidez. Su nombre es Diana.
-¿Y qué me cuentas?–, continúa la autora mientras escribe una dedicatoria casi tan larga como su abundante cabello negro. La muchacha dice que le encantó la presentación del libro, que está casada y que aún no tiene hijos. Gabriela sonríe.
Durante más de una hora, la cronista peruana más destacada de su masculina generación de escritores-periodistas presentó “Llamada perdida” (Editorial Estruendomudo), libro que reúne las crónicas y las columnas de opinión que ha publicado en los últimos años. La acompañaron los escritores Jeremías Gamboa, Julio Villanueva y el director editorial de Estruendomudo, Álvaro Lasso. Ellos destacaron la intensidad de la cronista que cuenta la vida de muchos a través de la experiencia personal.
Quienes se le acercan para que les firme el libro la tutean, le dicen Gabi, la tratan con cercanía. Es probable que muchos de ellos sepan más de la vida de Gabriela Wiener que la de sus propias hijas o esposas. Esa proximidad que genera la cronista es consecuencia de su nula parsimonia pero principalmente de su honestidad a la hora de narrar.
Han pasado varios minutos y su mano derecha pide tregua. Es entonces que cambia las largas dedicatorias por dibujos y textos más breves. Mi papi es hincha tuyo, siempre te lee, le dice un hombre de unos 40 años. Gabriela vuelve a sonreír y le agradece.
Durante la presentación del libro, en la sala Blanca Varela de la Feria del Libro de Lima, no entraba ni la sombra de un niño. Estudiantes, ancianos modernos, adultos, periodistas frustrados y más estudiantes que ven en Gabriela un respiro en medio de una ciudad silenciosa ante el dolor y descarnada ante todo el que luzca o se presuma que es diferente, llenaron el espacio para escuchar lecciones imprescindibles sobre la ahora popular crónica.
MICAELA
“Micaela volvió a Perú” es el título del texto en el que la autora expone la crisis española partiendo de la relación con su mejor amiga. “Con Micaela tuve que negociar mucho. Hasta que no vio la historia redonda… porque yo en esas cosas sí que suelo dárselas a leer a la gente de la que escribo. Tuvimos también momentos de mandarnos a la mierda, de negociar, de quitar alguna cosa. Te das cuenta que igual es demasiada intimidad, para qué revelarla, para qué darme ese gusto que no es necesario”.
Para sus detractores y todos los que critican la visión intimista que Gabriela explota, va esto:
“No me gusta escribir libros para vengarme de la gente o para simplemente hacer revanchas o cosas así, sino porque tienen algún sentido para mí. No solamente contar la historia de nosotras, ¿no? … sino que esa historia quizá sea la historia de otras dos amigas, la historia de otra migrante que se va, o que vuelve a su país o que se queda para siempre en otro y eso es lo que más me emociona de mi trabajo”.
“ME MANTENGO SILENCIOSA Y LA GENTE ODIA EL SILENCIO”
Julio Villanueva Chang, el reconocido cronista de 46 años y autor del libro “Elogios criminales”, reconoció las habilidades de la autora. Tú tienes un don–le dijo– que es el don de que la gente te hable. “Una persona que escribe sobre su vida, sobre su experiencia, tiene el don de que la gente tenga confianza en ella, que es el bien más caro para un cronista”, ante lo que Gabriela bromeó: “Creo que tengo un clítoris en el oído”.
Luego explicó que “lo de escuchar también sale de que yo sentía que no tenía nada que decir muchas veces, entonces andaba mucho en el silencio incómodo, en el silencio reprimido”.
Un polo rojo con el rostro del fallecido congresista Javier Diez Canseco, amigo muy cercano de su padre, permitía que en su atuendo se distinga algo más que el color negro.
Ella continuó: “Yo me callo, no digo nada, absolutamente nada, me mantengo silenciosa y la gente odia el silencio. Realmente la gente se siente muy incómoda con el silencio. Entonces cuando tú lo creas, digamos, se sienten en la necesidad de llenarlo y así me ha funcionado y creo que de alguna manera eso hace el psicólogo. El psicólogo está en búsqueda de que tú te hagas preguntas, a diferencia de una bruja que te da supuestas respuestas. El hecho de estar ahí escuchando hace que esa persona empiece a hablar más y digo cosas muy cortitas y eso les da pie”.
La cronista confesó que para lograr que la gente se abra suele contar algo suyo, “así de revelador y de íntimo y de vergonzoso, muy bochornoso, esto puede sonar un poco insincero pero es lo mismo que hago cuando escribo. O sea al mismo tiempo que voy a contar algo de ti, tan familiar y tan íntimo que te pone en un lugar así como delicado y expuesto, yo al mismo tiempo haré eso mismo y eso lo hago también en medio del trabajo de campo y del reporteo. O sea realmente hay un encuentro verdadero con el otro, en el que yo me doy y ellos se dan”, reconoce la autora
Lo que sigue: “Finalmente lo que selecciono y que me atrevo a contar de la realidad intento que tenga eso, que tenga una lógica dentro del texto, que diga algo, que tenga verdad sobre todo, que es lo que más me interesa de una historia”.
CARNE VIVA COMO PAPEL
Jeremías Gamboa dijo que se trataba de un libro “absolutamente conmovedor, absolutamente humano, absolutamente cínico a la vez, una cosa extraña pero Gabi puede hacer eso que pocos escritores logran”. Y recordó que la autora no solo se había desempeñado como cronista, sino que su formación como literata la había llevado a escribir poesía.
“Escribe sobre carne viva, escribe sobre cosas que todavía están ahí, están frescas y es una actitud del periodista que trabaja con la realidad del periodista y del poeta”, reconoció el escritor. “Es claro que Gabriela no le cuenta todo, pero cuenta más que nadie”, agregó entre risas.
“Estudié literatura de hecho y no estudié periodismo porque quería estar un poco leyendo, sobre todo”, responde Gabriela. “En la universidad lo que más leía era poetas, y con quienes más andaba era con poetas y luego con quienes más salía era con poetas y luego me casé con un poeta, tampoco es que mi vida sea muy poética, pero si es verdad que esto ha impregnado un poco, llegó directamente a la crónica que hago, a este tipo de crónica personal, porque yo ya escribía desde el yo poesía”.
Durante aquellos años universitarios -además de escribir versos- trabajaba en un periódico de economía, redactando sobre el boom inmobiliario de 1998 en Lima, “una cosa súper loser”. En esa época ella leía a las personas en las que, según dice, se quería convertir. “A Julio Villanueva, a Jeremías Gamboa en Somos. Jeremías ya era el cronista estrella en Somos y yo lo leía secretamente, como leía a otros como Esther Vargas o Sonaly Tuesta”.
Calificó a la crónica como un género que “permite todo, se traga todo, es el tipo de género tan híbrido que puede desprender la primera persona o puede de repente incluir un recuerdo, memoria, de todo un poco”.
Dicho esto, Gamboa toma la palabra para leer parte de un texto publicado en el diario La República que aparece en “Llamada perdida”. “Reconocerse es una aventura fabulosa”, leía el escritor ante la mirada atenta de la hacedora de esas líneas. “Los desheredados de siempre, los homosexuales, a los que alguna vez llamaron feos, los adictos al sexo, los guapos tímidos, los eyaculadores precoces, las gordas, los enfermos, las lesbianas, los muertos, los que tienen la boca llena de palabras hermosas y salvajes, y por eso no van a callarse”, continuó el autor.
Luego de eso, todos aplaudieron.
Publicado por:
Milagros Olivera Noriega
Feminista. Estudio Periodismo en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Fui editora de Cultura de Diario16.
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