Al puro estilo de Günter Wallraff, el periodista alemán considerado el padre del periodismo encubierto, Jean-Baptiste Malet trabajó poco más de un mes en un almacén de Amazon en Francia con la finalidad de poner al descubierto las malas prácticas laborales de la firma.

‘En los dominios de Amazon. Relato de un infiltrado’ (Trama Editorial) es el resultado de esta experiencia donde la empresa que fundó el nuevo dueño del The Washington Post queda muy mal parada.

Medios como Le Monde opinan que el reportaje muestra que “Amazon es lo contrario a diversión”. Libération lo resume así: “Este libro describe un universo increíble de acentos totalitarios… que parecen remitirnos al siglo XIX” y para “Les Echos” es  “La cara oculta del bonito cuento de hadas de la sociedad desmaterializada”.

El libro que  se puede comprar en Amazon revela que “los internautas que hacen clic en la página web de Amazon para comprar libros, pero también recambios para el coche o ropa interior, deben saber que detrás de las pantallas de sus ordenadores hay miles de trabajadores sometidos a ritmos de trabajo insostenibles en un ambiente casi carcelario”. 

En Amazon, de acuerdo con el periodista de 26 años, hay trabajadores que permanecen de pie siete horas haciendo paquetes. Otros  caminan más de 20 kilómetros recogiendo objetos de gigantescas estanterías para llevárselos a los empaquetadores. Todos deben guardar reserva sobre lo que ocurre en la compañía. El salario bruto es de 9,725 euros a la hora. 

Amazon –que emplea a 80 mil personas con contrato fijo más los temporeros– tiene  prohibido a los periodistas entrar a los almacenes.

Malet pasó por las pruebas de selección realizadas por una firma del sector, donde se les explica el ‘espíritu Amazon’ y les muestran un video en el que se ve a trabajadores que realizan sus tareas con una perenne sonrisa.

Las jornadas de trabajo eran insoportables. El periodista cuenta que era incapaz de dormir al regresar a casa y llegó a perder el apetito. La sede de Montelimar, al sureste de Francia, se convirtió en un infierno para este arriesgado reportero.

La jornada tiene dos cortes de veinte minutos, pero uno no cuenta como tiempo trabajado. La sala de descanso está tan lejos del área de trabajo que los empleados solo disponen de cuatro o cinco minutos para sentarse. Todo es milimétricamente supervisado y nadie puede revelar donde trabaja.

AMAZON CONSIDERA AL TRABAJADOR COMO UN ROBOT

En una entrevista telefónica con EFE, el periodista contó que no tomó una nueva identidad sino que se limitó a enmascarar su verdadera profesión en la hoja de vida donde solo mencionó pequeños trabajos de estudiante para poder ser contratado en el periodo navideño, cuando la empresa aumenta su plantilla en un 70%. Así fue como logró un puesto nocturno de “picker”, cuya tarea es recoger los artículos de las estanterías para que sean empaquetados y enviados, con el fin de moverse por todo el espacio y tomar contacto con más empleados. 

“El clima que se crea en Amazon es dañino, lo que es sorprendente es el condicionamiento ideológico al que se somete al trabajador”, sostiene el reportero que descubrió (o valoró) cosas tan simples como sentarse a descansar en un espacio abierto, lejos de la compañía que hoy podría ser el modelo a seguir por el emblemático The Washington Post, donde Jeff Bezos, padre creador de Amazon, ha dicho que piensa aplicar la filosofía de su exitosa compañía de ventas online.

Amazon, de acuerdo con la investigación, considera al trabajador como un robot pero más barato y que no hay que reparar si se estropea: “Se le trata como a un niño que siempre debe obedecer y que lo hace porque tiene miedo, hace falta una personalidad muy fuerte para sobrellevar esas condiciones de trabajo porque es un ambiente realmente violento”.

Recomendamos la entrevista de El Confidencial al autor.

Con datos de Vanguardia / El Correo