En prisión, pero defendiendo sus principios y los del periodismo. Esa es la situación de la etíope Reeyot Alemu, distinguida hoy con el premio Guillermo Cano de Libertad de Prensa 2013.

Cada año este reconocimiento otorgado por la Unesco recae en un periodista, que en su incansable labor de denunciar y defender los derechos de la ciudadanía, permite que esta profesión se reafirme ante la sociedad.

A inicios de 2012, Alemu fue sentenciada a 14 de años de prisión por la justicia de Etiopía bajo el cargo de terrorismo, tras haber sido detenida un año antes. Pero gracias al reclamo de la prensa extranjera, su condena se redujo a 5 años. Hoy permanece en la prisión de Kality, en la ciudad de Adís Abeba.

El valioso trabajo que ha desempeñado para mostrar la realidad social de un pueblo al que sus gobernantes le han dado la espalda, ha sido destacado por la organización internacional para elegir a la periodista de 32 años como ejemplo para el periodismo en el mundo.

Reeyot Alemu, fundadora de la revista Change –ya clausurada–y columnista en la revista Fetehe, fue operada de un tumor en el pecho en la misma cárcel, y según organismos internacionales, se negó a aceptar la clemencia que le ofrecieron a cambio de testificar contra otros colegas.

 

“NO TUVE MÁS MEDIOS QUE MI PLUMA Y MI PALABRA”

En 2014 se cumple la pena de 6 años que fue impuesta a Ahmad Zeidabadi, acusado de un “intento por   derrocar” al presidente electo de Irán en 2009.  Pero su indeclinable labor periodística, marcada por una acérrima oposición a los actos del poder por silenciar a la prensa en su país, le valió para que la Unesco le entregara el premio Guillermo Cano en 2011.

Aquella vez, Zeidabadi expresó estas palabras mediante una carta: “Quiero dejar claro que, en el ejercicio de mi   profesión, no tuve más medios que mi pluma y mi palabra, y que en el uso de ambas nunca sobrepasé los límites estrechos y restringidos impuestos por la legislación y las reglamentaciones del gobierno de Irán”. El periodista, además, fue condenado a 5 años de destierro.

 

“NO HAY OTRA POSIBILIDAD: O ERES UN PERIODISTA QUE DENUNCIA LAS IRREGULARIDADES Y LO HORRORES O SIMPLEMENTE ERES CÓMPLICE”  

Cuando Mónica Gonzáles recibió el premio Libertad de Prensa 2010, dirigía el Centro de Investigación Periodística CIPER, un portal que se ha caracterizado por revelar irregularidades cometidas dentro de las instituciones públicas de Chile, y del que, además, es fundadora.

El golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet contra el gobierno de Salvador Allende, en 1973, motivaron a Gonzáles a refugiarse en París, pero, además, a prepararse y especializarse en el periodismo de investigación. Su labor periodística en diarios como La Nación y el Clarín, en la que era corresponsal, y por el trabajo que defiende al estar al frente de CIPER, le sirvieron para ser galardonada con el premio Casa América de Catalunya a la Libertad de Expresión.

“En esta profesión estás a prueba todos los días. Yo quiero morirme así”, reveló la periodista chilena. Ver aquí la entrevista que le hicimos. “Un periodista que busca el ego y la fama es una manzana podrida”, dijo en México hace un tiempo y esta es la nota.

“MÉXICO NO ES UN PAÍS CORRUPTO, MUCHOS MEXICANOS ELIGEN SERLO”

Lydia Cacho fue la primera periodista latina en ser premiada por la Unesco en este siglo. La labor de la reportera mexicana se dio a conocer con su libro Los demonios del edén, en el que denunció las actividades pederastas que existían en el estado de Puebla. El involucramiento del empresario textil Kamel Nacif Borge, llevó a que sea procesada por difamación a finales del 2005. Pero dos años el juicio se desestimó.

Cacho reveló que las prácticas de pornografía infantil en Puebla se realizaban a todo nivel, incluyendo a autoridades y personajes del poder mexicano. Las indagaciones hechas por la periodista fueron el inicio para descubrir toda una red dedicada a la prostitución de menores de edad.

“Para acotar a los criminales se necesita, paralelamente enjuiciar a los gobernadores, empresarios y banqueros cómplices del narcotráfico, no negociar con ellos”, señaló en algún momento.  Lydia Cacho merece un reconocimiento, además, por su coraje y valor para hacer estas denuncias en un contexto en el que la prensa es silenciada diariamente con sangre. No olvidemos que ella sigue sufriendo amenazas. 

“YO NO SOY UNA PERIODISTA DE GUERRA, SOY UNA CIVIL. SOY UNA PERSONA A LA QUE LE DA MIEDO CUALQUIER COSA QUE SIRVE PARA DISPARAR” 

Anna Politkovskaya fue asesinada en 2006 en la puerta de su casa. La periodista investigaba las torturas que el gobierno de Rusia cometía en Chechenia, República Constituyente del país europeo. Su muerte conmovió a la comunidad periodística.

Su labor fue reconocida por la Unesco en 2007 que, a título póstumo, le adjudicó el premio Gillermo Cano.

Politkovskaya, quien se desempeñaba como periodista en Novaya Gazeta, no descansó en su objetivo de denunciar los abusos y política que el gobierno de Vladimir Putin implantaba en Chechenia. A pesar de expresar que recibía amenazas por sus destapes, no se dejó intimidar ante el poder.

“Me siento como un animal acorralado”, escribió en su libro llamado Chechenia, en el que daba cuenta de los obstáculos que le ponían las autoridades rusas, pero además porque sentía que con su trabajo no bastaba para cambiar la realidad de una comunidad indefensa.

A la figura de estos reconocidos periodistas se suman las de otros también distinguidos con este premio. El chino Cheng Yizhong (2005), el cubano Raúl Rivero (2004), la israelí Amira Hass (2003), U Win Tin de Myanmar (2001), así como el sirio Nizar Nayyouf (2000), entre otros colegas más, que alrededor del mundo impiden hasta con sus vidas que una sociedad se vea diezmada ante las prácticas irregulares de las autoridades de un país.