Periodismo crackeado
¿Por qué crackear y no hackear el periodismo?
Por Miguel Sánchez Flores
Publicado el 24 de diciembre del 2011
¿Cuál es la diferencia entre lo hacker y lo cracker? ¿Por qué hablamos de crackear y no de hackear el periodismo? Aquí algunas ideas sobre el tema.
Hackers y crackers
Hackers los hubo todo el tiempo y en todas las disciplinas. Los crackers, por el contrario, son producto de las nuevas tecnologías. Empecemos con los hackers. Como lo señala la Jargon File, el hacker es una persona que disfruta explorando los detalles de los sistemas programables. “Es alguien que programa con entusiasmo, incluso obsesivamente, y disfruta del reto intelectual de superar o sortear creativamente las limitaciones”. La categoría incluso trasciende la terminología informática y podría señalarse que un hacker es un experto o un entusiasta de cualquier tipo y profesión.
Burrell Smith, creador de la Macintosh de Apple, decía que se puede hacer de todo y ser un hacker. “Se puede ser un carpintero hacker. No es preciso disponer de elevada tecnología, sino el concepto tiene que ver más con la artesanía y con dar importancia a lo que uno hace”. Como decíamos esta actitud apasionada por el trabajo, que aparece como la característica principal del ser hacker, no es una actitud nueva. Como señala Himanen en su libro La ética del hacker y el espíritu de la era de la información, basta con mirar al mundo académico para encontrar en Platón y en su idea de filosofía a uno de los predecesores. Como señala Baricco en Los bárbaros (2006), lo que sucede en la actualidad es que asistimos diariamente a innumerables saqueos contra estructuras del viejo mundo.
El hacker es un disconforme, una persona obsesiva y apasionada por su trabajo. Esta pasión se funda en el pasado pero siempre cuestiona la estructura del presente, al que la mayoría de veces pretende refundar.
Los hackers, a diferencia de los crackers, poseen una ética, que podría resumirse en seis postulados básicos:
- El acceso a las computadoras debe ser ilimitado y total.
- Toda la información debe ser libre.
- Desconfianza en la autoridad, y promoción de la descentralización.
- Un hacker vale por sus “hacks”, no por su edad, raza, posición o grados académicos.
- Un hacker puede crear arte y belleza a partir del desarrollo.
- Las computadoras pueden cambiar la vida para mejor.
El concepto de ética hacker se remonta a los años 1958 y 1959 cuando un grupo de alumnos y profesores del Massachussets Institute of Technology (MIT) fueron modelando una nueva forma de uso de las grandes computadoras que les permita saltar barreras y normativas impuestas por la “tiranía” de los administradores. “Los hackers tenían una concepción nueva acerca de la manera en la que la información tenía que ser manipulada y acerca del papel que las computadoras tenían que jugar en la sociedad […] el grupo hacker reivindicaba un modelo de proceso distribuido con acceso ilimitado a los sistemas informáticos” (Contreras, 2004:31-32).
Podríamos añadir un punto más en lo que refiere a la ética hacker: la creencia de que el sistema de craqueo para la diversión y exploración es éticamente aceptado, siempre que no se cometa robo, vandalismo o violación de confidencialidad. Es a partir de este último punto que es muy usual confundir a los hackers con los crackers. Es más, la misma Jargon File señala como definición obsoleta de hacker: “Un entrometido malicioso que intenta descubrir información sensible para hurgar”. Cuando uno pierde la contraseña de su correo electrónico o está a punto de hacer una transacción económica por Internet, inmediatamente piensa en el peligro de ser hackeado. Sin embargo, en ese momento estamos refiriéndonos a los crackers, que como señala Pablo Mancini en “Hackear el Periodismo” son aquellos personajes oscuros que operan en las sombras de las redes para encontrar agujeros de seguridad en los sistemas gubernamentales y corporativos, infiltrarse y producir daño, alterando o robando información.
La confusión sobre las definiciones es habitual, tanto así que según el glosario de la Jargon File se señala:
“El periodismo sensacionalista suele superponer los términos hacker y cracker lo que genera confusión en el lector común. Los crackers tienden a reunirse en grupos cerrados, herméticos y pequeños que poco en común tienen con la idea de comunidad abierta de los hackers. Muchas veces los crackers se definen como hackers, sin embargo la mayoría de los verdaderos hackers los considera una separación, una forma inferior de vida”.
Mundo cracker
Esta investigación trata sobre los crackers, quienes como veremos más adelante en el desarrollo de esta investigación han invadido, subvertido y revolucionado a los medios de comunicación masivos tal cual los conocíamos.
Una de las características principales de la ideología cracker es precisamente la dificultad de generar postulados y definiciones. Lo suyo opera mejor en el caos. El cracker, oculto en seudónimos y avatares, requiere de identidades y de discursos oficiales para apropiárselos y subvertirlos. Sin ellos, no existe.
Por ejemplo, Julian Assenge, el más mediático de todos los crackers, mundialmente conocido por ser la cabeza visible de la página Wikileaks que filtró información de inteligencia del gobierno de los Estados Unidos, ha confesado, como parte de su defensa, que lo suyo es el periodismo. En su caso, producción, fuente y transmisión de información se confunden y es difícil establecer los límites de cada acción. Del cómo un joven australiano, que estudió física y matemáticas, del que paradójicamente se manejan muchas informaciones, se convirtió filtrando información confidencial en un abanderado del periodismo libre y contestatario es, sin duda, una de las operaciones más atrevidas y riesgosas del mundo cracker, acostumbrado a manejarse siempre mejor en el anonimato y las sombras.
Tal como lo señala en su famoso manifiesto “Conspiración como gobierno” del 2006, Assange señala que su lucha es contra la injusticia, pues ser testigos de ella y no combatirla corrompe nuestro carácter. Según el documento si hay injusticia e impunidad, hay mal gobierno. Una y otra están inextricablemente ligadas. El punto, sostiene Assange, es subvertir el régimen a partir no del confortamiento cara a cara sino a través del sabotaje que altere las conexiones de la red que le da vida (Villena, 2011: 63-64). Parecido al guión de una secuela de Matrix, lo de Wikileaks supone uno de los más preciados sueños del ser cracker: la formalización, a través de la legalidad, en su escala más exacta. En palabras de José Luis Cebrián, director fundador del diario El País de España, esta confusión a partir de Assange es un ejemplo más de la versatilidad y dificultad actual para establecer las fronteras de lo que es ahora periodismo.
“Wikileaks, se dice, ha acudido a los periódicos porque necesitaba de ellos. Pero eso no obsta para que el abogado de Julian Assange declarara que el fundador del sitio de Internet y antiguo hacker (N. del R. se refiere a cracker) es también un tipo especial de periodista. Tan especial como que él no se dedica ni a buscar y encontrar información, ni a analizarla. Solo a facilitar que los demás lo hagan. Esta confusión interesada entre la fuente de la noticia y el redactor o transmisor de la misma es un ejemplo más de la versatilidad actual de las fronteras entre el periodismo ciudadano y el periodismo a secas”.
Los crackers, producto de la tecnología de la nueva sociedad de la información, priorizan el desarrollo técnico a la misma producción de contenido de valor. Para ellos, el contenido está subordinado, la mayoría de la veces al sistema. Estos además han alterado incluso la misma definición de la profesión periodística llegando incluso a renombrar muchas de sus instituciones. Lo suyo es invadir, adoptar identidades y subvertir el orden del status quo.
Publicado por:
Miguel Sánchez Flores
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