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Disculpen, soy lesbiana
Por Esther Vargas
Publicado el 09 de abril del 2008
(Este es el texto íntegro que publico hoy en el diario Perú.21. No sé si continúe dictando clases en la Universidad San Martín de Porres. No sé que pase en las próximas horas. Un periodista tiene la obligación de decir la verdad y de no callar hechos que le parecen deleznables. Gracias a Augusto Álvarez Rodrich, director del diario, por su total apoyo en este asunto que jamás pensé que merecería un post. Gracias también a mis colegas, a mis alumnos y ex alumnos, a mis amigos, a Rocío, a Susel Paredes, a mis colegas bloggers y a Beto Ortiz por su solidaridad e interés).
Gracias a Utero TV y el blog del morsa
TEXTO
La Universidad San Martín me pidió mi renuncia. Luego rectificó. La razón: mi orientación sexual, mis blogs y el rebote de mi columna de sexo en Internet.
Una universidad que forma periodistas y que –según el comercial que la promociona– “piensa en grande” no puede propiciar la intolerancia y la discriminación. Se supone que en sus aulas se prepara a comunicadores íntegros y valientes. Sin embargo, la tarde del martes me topé con una sorpresa: una profesora lesbiana resultaba incómoda, perniciosa y no grata.
Esa profesora soy yo. La universidad es la San Martín de Porres, facultad de Ciencias de la Comunicación, donde estudié la carrera.
Siempre creí que las organizaciones defensoras de las minorías sexuales exageraban cuando hablaban de discriminación sexual en el Perú. Pensaba aquello porque quizás tuve la suerte de no haber sido marginada en ninguna parte. En el aspecto laboral, precisamente, debo decir que en el desaparecido diario El Mundo, en La República y en Perú.21 –donde actualmente trabajo como editora de la sección Sociedad– jamás me he sentido marginada por mi orientación sexual, la misma que nunca oculté.
Mis jefes y mis compañeros me trataron y me tratan con respeto y sin aspavientos. La condición sexual de sus periodistas no era ni es motivo de escándalo. Por eso, quizás, no me sentí tocada y hasta sospeché que se sobredimensionaba el problema.
Lo que realmente ocurre –entendería luego– es que los gays y lesbianas maltratados y/o desalojados o desplazados de sus centros de trabajo –sean instituciones públicas o privadas– no se atreven a denunciar por el miedo a que su familia, compañeros de trabajo o estudio, vecinos, y parentela en general, se enteren de ‘su verdad’.
A lo largo de mi carrera he abordado el tema de la discriminación sexual, por una cuestión de principios, principios que –por suerte– siempre coincidieron con la política de los medios que me acogieron. Perú.21, de hecho, ha cuestionado y defendido estas causas desde su aparición en 2002, cosa que me enorgullece y que me ha permitido sentirme muy cómoda.
No obstante, hay que decirlo, no fueron muchos los casos que han salido a la luz. Pocos se atreven a decir que por su condición homosexual fueron despedidos, humillados, presionados u hostilizados.
El martes me tocó a mí y por esos principios que menciono no me lo voy a callar, así la imagen de la universidad que me dio la oportunidad de enseñar se vea afectada.
Posiblemente no solo soy parte de una minoría sexual sino también soy parte de una minoría dentro de esa minoría que no esconde su homosexualidad ante el mundo. Me refiero a mi pequeño mundo: mi madre, mis hermanos, mis amigos, mis compañeros de trabajo, mis jefes, mis colegas y…MIS ALUMNOS (sino todos, buena parte de los más de quinientos jóvenes que desde marzo de 2007 contribuí a formar).
SALIDA SALOMÓNICA. Las profesoras Marina Cho, jefa del Departamento Académico, y Silvia Quintero, responsable de periodismo escrito, me llamaron el martes último para informarme que habían recibido quejas de un grupo de alumnas. ¿Quejas sobre qué?, pregunté. Luego se me cambió la versión. No eran alumnas las quejosas sino padres de familia, supuestamente inquietos por la opción sexual de la profesora de sus hijos. Se me mencionó también que habían recibido correos electrónicos anónimos, presumiblemente de padres o alumnos, contrariados por haber encontrado detalles sobre mi vida sexual en Internet.
En 2006 creé un blog personal llamado sex o no sex, donde tocaba abiertamente temas de sexo y hacía referencia a mi orientación sexual. Simplemente era un diario. Asimismo, las profesoras citaron la columna de sexo que escribo en este diario los miércoles, la cual suele tener rebote en Internet. Quizás, dijeron Cho y Quintero, los chicos, sus padres o los anónimos habían tenido acceso a esta información.
También se me cuestionó la creación de un blog exclusivo para mis lecciones de periodismo. Se trata de Clases de periodismo, una herramienta didáctica y moderna para ‘enganchar’ a los alumnos con la lectura y la carrera. El blog, creo yo, tuvo acogida entre los chicos, quienes realizaban en línea prácticas calificadas o debatían determinados temas. ¿Qué de malo hallaban en este espacio? Libros en versión PDF para descargar gratuitamente, correctores ortográficos, videos, webs de diarios nacionales y extranjeros, opiniones de periodistas, polémicas sobre medios y técnicas de redacción. Las profesoras señalaron que quizás este sitio on line había llevado a los chicos o a sus padres a algún link relacionado con mi vida sexual, lo cual –me pregunto– si es una falta.
No se observó mi desempeño profesional. La señora Cho –quien fue mi profesora de Redacción 1 y a la que no puedo dejar de agradecer que me recibiera como docente– me indicó que la universidad estaba en la mira, que se le buscaba perjudicar, y que mi orientación sexual podía generar problemas, escándalos. Temía, según me dijo, que los padres organizaran una protesta.
Valoraba mi trabajo, mi metodología (aunque el blog no le gustó, pues me dijo que el sílabo bastaba), mi esfuerzo, pero lo mejor sería que abandonara las aulas.
Cho y Quintero señalaron que habían personas intolerantes, conservadoras, pero que ellas respetaban la opción sexual de su personal. Sin embargo, para evitar problemas lo más conveniente era una salida salomónica. La salida era que renunciara o que me dedicara a elaborar manuales para periodismo, tarea que –por cierto– presentaron como muy interesante. Seguro que lo es, pero a mí me contrataron para dictar clases no para realizar trabajos administrativos o elaborar manuales. Porque justamente pienso en grande –como dice el comercial de la San Martín– no acepto premios consuelos, y rechazo desde aquí que se me haya pretendido apartar de las aulas por ser lesbiana.
MARCHA ATRÁS. No renuncio. Esperaré que me despidan o que se me indique muy claro las razones de esa actitud, o quizás que se me explique por qué una profesora lesbiana no puede enseñar periodismo en una universidad que supuestamente piensa en grande. No quiero premios consuelos. Simplemente quiero denunciar este hecho de intolerancia que le puede pasar a cualquiera o que quizás ya está pasando, con alumnos o profesores.
Es raro que después de casi año y medio enseñando en la San Martín recién se hayan dado cuenta de que soy lesbiana. No sé si la entrevista que me hizo mi ex alumno Jaime Chau para su blog http://chaujaime.blogspot.com/2008/03/la-gente-necesitaba-que-le-hablen-un.html fue el detonante. Chao me hizo una sola pregunta –con elegancia– sobre el tema, y yo le respondí con honestidad. No sé si esto algo haya tenido que ver.
PD. La tarde de ayer, la profesora Silvia Quintero me hizo saber que todo fue una equivocación, que jamás se pretendió discriminarme y que hoy podía volver a clases, pues tenía la garantía de que no volverá a ocurrir. Se me pidió que continuara con mi labor académica, pero antes que nada decidí expresar mi rechazo a la intolerancia a través de este artículo. Susel Paredes, abogada de LGTB legal Perú, se hará cargo de mi defensa ante cualquier acto discriminatorio.
Publicado por:
Esther Vargas
Periodista. Directora de Clases de Periodismo y La Ruta del Café Peruano. Consultora en Social Media. Editora web del diario Perú21 del grupo El Comercio de Perú. Especialista en periodismo digital, comunicación digital y social media.
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