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Mujeres y periodismo
Por @cdperiodismo
Publicado el 13 de junio del 2018
Por Diego Salazar (*)
Las versiones anteriores de este texto, publicado por primera vez en el blog ‘No hemos entendido nada‘ en agosto de 2017, terminaban todas con este llamado:
Por suerte, si bien la prensa tradicional parece todavía atada a usos del pasado, los nuevos medios no son nuevos solo por su juventud sino, algunos, también por sus ideas.
La primera directora regional para las Américas de Buzzfeed —la empresa de medios más importante del mundo, según el analista Ben Thompson— es una joven y talentosa periodista argentina llamada Conz Preti.
Imagino, o quiero imaginar, que las grandes y clásicas cabeceras periodísticas en nuestro idioma no tardarán mucho en seguir ese ejemplo.
Las negritas son, claro, mías.
No hemos tenido que esperar demasiado para poder celebrar que uno de esos grandes medios clásicos se ponga al día en cuestiones de género.
El nombramiento de Soledad Gallego-Díaz como directora del diario El País, convierte al periódico fundado en 1976 en la primera gran cabecera nacional española que cuenta con una mujer al mando de su redacción desde los años 30.
En 1936, La Vanguardia, diario con sede en Barcelona pero alcance y relevancia nacional, tuvo una directora mujer, María Luz Morales Godoy. Morales Godoy estuvo al mando de la redacción durante siete meses entre 1936 y 1937, al comienzo de la Guerra Civil española. Los otros diarios que, a mi juicio, entran en la categoría de gran cabecera nacional son: El Mundo, ABC y La Razón. Ninguno de ellos ha tenido nunca una mujer al mando.
Cuando escribí originalmente este post, y en sucesivas actualizaciones, intenté incluir ejemplos de medios españoles pero la elevada cantidad de diarios, sobre todo regionales y locales, así como de medios digitales que existen en España, y la poca información disponible de muchos de ellos, impidió que consignara el número de directoras mujeres que había en medios españoles.
Por suerte, en días recientes y a propósito del anuncio del nombramiento de Gallego-Díaz, el periodista Miguel Ángel Jimeno, responsable del blog La Buena Prensa, se dio el trabajo de buscar y compilar la información para confeccionar un listado bastante completo –y que continúa actualizando– de las directoras mujeres que hay y ha habido en la prensa española. Pueden revisarlo en su página de Medium.
Para quienes no conocen el trabajo de Soledad Gallego-Díaz, aquí hay una semblanza publicada por la web del diario:
Ingresó en EL PAÍS inmediatamente después de su fundación, en 1976, como colaboradora especializada en información política, compaginando su trabajo en Cuadernos para el Diálogo, hasta que se incorporó a la sección política del diario. Desempeñó la función de cronista parlamentaria durante los momentos más intensos de la Transición. De hecho, fue, junto a Federico Abascal y José Luis Martínez, quien consiguió y publicó en exclusiva el borrador de la Constitución Española de 1978.
Posteriormente, a finales de 1979, se hizo cargo de la corresponsalía de EL PAÍS en Bruselas. Su experiencia en el terreno de la información internacional se completó durante esos años con otras dos nuevas corresponsalías de primer nivel, Londres y París.
De vuelta a la redacción central, fue designada primero subdirectora y, luego, directora adjunta del diario, cargo que ejerció durante cinco años. Más tarde, desempeñó las corresponsalías de Nueva York y Buenos Aires, además de volver a ocupar funciones de directora adjunta y de ser nombrada Defensora del Lector. Actualmente publica cada domingo su columna semanal de análisis político y desde septiembre de 2012 es colaboradora de la Cadena SER en el programa Hoy por hoy.
Quienes estén interesados en profundizar en las ideas de Soledad Gallego-Díaz sobre periodismo, pueden asomarse a lo que piensa en esta charla publicada en la revista Letras Libres. La ahora directora de El País conversa ahí con otros dos periodistas, Jordi Pérez Colomé, miembro de la redacción de El País y autor de varios libros de reportajes, y Eduardo Suárez, antiguo corresponsal del diario El Mundo, fundador del site El Español (que dejó en abril de 2016 y responsable de Politibot. En la conversación, Gallego-Díaz reflexiona sobre el presente y futuro de los diarios y la industria de medios:
Es una suerte que esta crisis tan salvaje de deuda de los medios tradicionales haya coincidido con la existencia del mundo digital. Si esto hubiera pasado cuando solo existían medios industriales, no habrían podido existir nuevos medios porque habrían necesitado una inversión inicial a la que no habrían tenido acceso. De hecho, la crisis tuvo dos patas: fracasa el modelo de negocio, porque los medios tradicionales no saben cómo afrontar el mundo digital; y luego hay una crisis económica bestial que se lleva por delante la publicidad. Los medios tradicionales quedan totalmente noqueados. Afortunadamente el mundo digital ha permitido que haya nuevas voces que no exigen una gran inversión inicial. Eso es muy positivo, pero tampoco creo que sea la solución. Esos nuevos medios tampoco encuentran un modelo de negocio que les permita sobrevivir. Hacen un periodismo muy opinativo, muchas veces estupendo, pero el periodismo necesita también un trabajo de testimonio profesional, de colocar en la agenda cosas. Si yo soy un ciudadano normal y corriente no me voy a preocupar jamás de lo que pasa en Sudán del Sur. Se suponía que los medios de comunicación tradicionales ponían eso sobre la mesa y veías que el mundo era complejo. Ahora los medios digitales tienen una enorme dificultad para hacerlo, porque no tienen capacidad económica. Mientras no se resuelva ese modelo de negocio va a ser una situación muy inestable.
También pueden consultar esta entrevista algo más antigua, de marzo de 2012, en el site Jot Down (de donde sale la imagen que ilustra ahora este post, obra del fotógrafo Gonzalo Merat). En ella se puede ver uno de las rasgos principales de Gallego-Díaz a lo largo de su carrera periodística. A diferencia de muchos otros periodistas, la ahora directora de El País se ha caracterizado por no menospreciar a su audiencia. Hay un ejemplo en este intercambio:
Sería como decir “es que usted se dedica a matar periquitos en sus horas libres”. Eso no tiene nada que ver con el hecho de que, en el asunto de la privatización, pueda tener razón.
La gente no es idiota. Tú puedes estar diciéndole a la gente lo que quieras, que a la hora de la verdad va y vota lo que quiere. Yo siempre cito el caso de William R. Hearst, al que se acusa de haber promovido la Guerra de Cuba. Se presentó a elecciones, intentó ser elegido fiscal, intentó ser elegido esto y aquello. Nunca fue elegido. Perdió todas las elecciones. ¿Por qué? Porque todo lo que publicaba en sus medios no era suficiente como para que la gente le votara. La gente decía: “no, a él no”.
Lo del fracaso del todopoderoso Hearst en las elecciones es una de las grandes moralejas de la historia del periodismo, creo.
Toda esa influencia que se supone que tenía, tan extraordinaria, no fue nunca suficiente para que la gente fuera y le votara.
Lo curioso es que en Estados Unidos la gente ha preferido —más de una vez— votar incluso a un antiguo actor de Hollywood que a un periodista. Parece que la gente se resiste a la idea de que el periodista acabe ocupando…
…el poder. En el caso de Hearst, todo el mundo sabía que tenía una influencia enorme, pero ¡nadie le quería como representante suyo! Y les daba igual lo que Hearst dijera. En los momentos decisivos, la gente sabe lo que lee. Incluso los que han estado leyendo El Mundo, saben perfectamente que el atentado del 11-M fue en parte provocado por una panda de gente increíble: los españoles que proporcionaron la dinamita, el famoso grupo de asturianos de las minas. Dinamita en unas cantidades enormes, no es que les hubieran dado un cartucho, sino que estuvieron contrabandeando en cantidad. Evidentemente, a lo mejor ellos no sabían que esa dinamita se iba a emplear para un atentado en Madrid, pero pensaban que se iba a hacer un atentado en Casablanca… y no les importaba. Ese grupo de españoles que no tiene nada que ver con ETA, que son simplemente gente que quiere dinero a cualquier costa y a la que le importa un carajo todo. Los lectores de El Mundo, yo creo que si les haces una encuesta la mayoría sabe que eso es así.
La gente no es idiota.
Lo mismo aquí, donde define a las redes sociales como una “acumulación de instantaneidad”:
Quizá los medios se puedan escudar en esta clase de hechos para ofrecer tanta opinión, porque suponen que la información básica la puedes obtener en cualquier parte: Internet, la pantalla de un autobús, ¡hasta en el ascensor!
En Internet, además, hay mucha gente que te suelta sus opiniones como si fueran informaciones. Como el sistema de la web está abierto —y me parece muy bien— a tantísimas aportaciones, la inmensa mayoría de la gente lo que aporta son opiniones, no hechos.
Hablando de la red, ¿qué impresión te produce el hecho de que se produzca un suceso y a través de Twitter, Facebook, etc. la gente empiece a opinar en una oleada inmediata, casi como en un juicio público?
Eso, seguramente, pasaba exactamente igual antes, lo que ocurre es que ahora los cuentan. Dicen “quinientos cincuenta y cuatro mil han opinado…” Pero un presidente de los Estados Unidos, en mil ochocientos y pico, se casó —teniendo él cincuenta y tantos años— con una chica de diecinueve o veinte. Cuando esa chica salía a la calle, se producían aglomeraciones de gente que quería ver a la mujer del presidente. Hasta el extremo de que hubo muertos en algunos sitios, ¿eh? Seguro que había estados de opinión sobre ese asunto, lo que no había era un sitio como Internet. Entonces lo comentaba cada señor con el de al lado, en el “saloon”, supongo (risas). A lo mejor se enteraban de la noticia dos meses después y no el mismo día, pero seguro que lo comentaban. Ahora es lo mismo, aunque es todo instantáneo y a eso se le da muchísimo valor. Pero, a veces, el que sea instantáneo no le da ningún valor. Es simplemente una acumulación de instantaneidad, y punto. No ha añadido nada nuevo.
Ese mismo año, Gallego-Díaz dio el discurso inaugural del Máster de Periodismo UAM/EL PAÍS. Ya el título de su ponencia anunciaba ese carácter franco y sin ambages (take no prisoners, se diría en inglés) que la ha hecho popular entre sus lectores y colegas: Si te van a matar, no te suicides. Ni bien empezó a hablar, la ahora directora de El País se hizo cargo de la desigualdad entre hombres y mujeres que sigue dominando esta industria:
Decía que, en total, antes que yo han hablado aquí 25 conferenciantes en 25 años… Y yo soy la primera mujer. Como hay ahora mucha polémica con este asunto, dejen que empiece diciéndoles: señoras y señores, queridos amigos y amigas, compañeros y compañeras, queridos profesores y profesoras…. me paro aquí. Podría resumir diciendo: queridos alumnos y queridos periodistas, pero si he hecho esta larga enumeración no es porque quiera discutir sobre gramática, que tiene sus propios expertos, sino para que quede claro que pienso que las mujeres en este oficio seguimos siendo demasiado transparentes.
El discurso es un estupendo estado de la cuestión, los problemas que Internet ha traído al modelo de negocio de la prensa, las posibilidades enormes que las nuevas tecnologías ofrecen para el ejercicio del periodismo, las dudas y cambios que estas traen consigo y, también, la responsabilidad de los propios periodistas en la desconfianza con que buena parte del público mira nuestro oficio:
El descrédito del periodismo viene cada vez más unido del descrédito de la democracia y entraña los mismos peligros. Los periodistas hemos sido, y somos, responsables de buena parte de ese descrédito, hemos ayudado a esa pérdida de reputación, porque no cumplimos con nuestras obligaciones.
Somos responsables, porque nos falta independencia, porque no cumplimos con la obligada verificación, ni con la obligación de controlar los poderes. Porque no creamos los foros de discusión crítica, que deberíamos promover. Porque, como denunciaba Camus, ejercemos el despotismo, amigándonos con las fuentes.
En este video mucho más reciente puede ver a Soledad Gallego-Díaz dirigirse a la redacción de El País una vez se confirmó su nombramiento el día 8 de junio de este año:
Me quedo con este fragmento de su discurso:
Los lectores saben qué nos pueden pedir y qué no, y lo que nos piden fundamental es que no faltemos a la verdad. Por eso, en esta redacción solo se pide obediencia al Libro de Estilo. Es de obligado cumplimiento en todos los soportes del periódico.
El énfasis –la inflexión en la voz– es suyo. Un mensaje claro para todos aquellos que se empeñan en establecer diferentes estándares de calidad –y respeto por los principios periodísticos– entre el contenido que se produce para el diario impreso y el que se produce para plataformas digitales.
La llegada de Soledad Gallego-Díaz a El País no se ha quedado solo en discursos. hoy mismo, un día después de asumir el cargo, se han anunciado una serie de cambios en el organigrama del diario:
Su adjunto será Joaquín Estefanía, quien ya dirigió el periódico entre 1988 y 1993. Y tendrá tres directores adjuntos: Jan Martínez Ahrens, hasta ahora corresponsal en Estados Unidos; Mónica Ceberio, que era responsable de Reportajes, y Borja Echevarría, quien fue subdirector del elpais.com entre 2009 y 2014.
Salen, por tanto, de sus puestos los directores adjuntos de Antonio Caño: David Alandete, Rafa de Miguel y José Manuel Calvo. Los tres nuevos directores adjuntos no tendrán áreas específicas de competencia.
Gallego-Díaz también crea una macrosección de nacional que incluirá no sólo la información política sino también la de sociedad y que dirigirán el actual corresponsal en Bruselas, Claudi Pérez, y el director de la edición de El País en Brasil, Xosé Hermida. Como redactor jefe de Opinión ejercerá José Andrés Rojo y como directora de Opinión, sustituyendo a José Ignacio Torreblanca, la politóloga de la Universidad Autónoma de Madrid y colaboradora del periódico Máriam Martínez-Bascuñán. El nuevo subdirector de la edición catalana del periódico será Miquel Noguer. Montserrat Domínguez, hasta el momento directora de Huffingtonpost.es, ha sido nombrada directora de las revistas SModa, Icon y Buena Vida, así como del dominical. Al frente de la versión español de Huffingtonpost.es queda Guillermo Rodríguez, su actual subdirector.
A Miguel Jiménez, subdirector de Información, se le ha hecho responsable del área de economía y trabajo. Y Javier Moreno, quien dirigió El País entre 2006 y 2014, estará a la cabeza de la edición del periódico en América.
Está por ver en qué se traducen esos cambios en el contenido del diario. Pero, de momento, creo que no exagero al decir que hace mucho que El País no generaba tanta expectativa entre periodistas y lectores.
NOTA ORIGINAL
En el Perú existen entre 60 y 100 periódicos, entre nacionales, regionales y locales; entre impresos, impresos con edición digital y exclusivamente digitales. Es imposible conseguir una cifra exacta, créanme que lo he intentado. De todos ellos, actualmente, solo hay uno dirigido por una mujer: El Chino, que lleva en el postón el nombre de Silvia Gavidia Román.
A Gavidia se sumará una nueva directora mujer en la prensa peruana a partir del 1 de junio de 2018. Perú21 ha anunciado que Cecilia Valenzuela asumirá la dirección del diario ese día*. Valenzuela será así la cuarta periodista al mando de esa redacción en los 16 años de historia del periódico, tras los mandatos de Augusto Álvarez Rodrich, Fritz Du Bois y Juan José Garrido.
Con Gavidia y Valenzuela, hasta donde he podido averiguar, serían ocho las mujeres que han ocupado alguna vez la dirección de un diario en el Perú. Ocho mujeres en 228 años de historia periodística (el primer periódico peruano reconocido como tal fue El Diario de Lima, fundado en 1790).
El periódico de propiedad privada en actividad más antiguo del país, El Comercio, ha tenido 16 directores en sus 179 años, incluido Juan José Garrido, quien asumirá el cargo el próximo 1 de junio. Todos hombres. El diario oficial El Peruano, que en octubre de 2017 cumplió 192 años, ha tenido dos directoras: Delfina Becerra y Susana Grados.
Imaginemos que 60 ha sido la cifra constante de diarios existentes en los siglos XX y XXI —descartemos el XIX para este cálculo—, es decir que siempre ha habido 60 diarios en activo en el país. Es imposible saberlo con certeza por la falta de registros, pero acordemos ese número para este ejercicio.
Asumamos que el mandato promedio de un director es de 10 años. En 118 años, un periódico tendría unos 12 directores. Si tenemos 60 diarios, este cálculo arroja que de 1900 hasta hoy ha habido en el Perú 720 directores de periódicos. Ocho de ellos han sido mujeres. Es decir, el 1,11%. Repito: el 98,89% de los directores de diarios en la historia del país han sido hombres.
Digamos que no fueron 720 directores, sino la mitad. Seguiríamos teniendo solo ocho directoras mujeres de 360 directores en total durante nuestra historia, o sea el 2,22%. Es decir, el 97,78% de los directores de diarios en 118 años de historia de prensa peruana habrían sido hombres.
En Latinoamérica el asunto mejora un poco, pero no mucho. Un botón de muestra: en los diarios miembros del GDA, institución que agrupa a las 11 cabeceras más importantes de América Latina, solo hay dos directoras. O más bien, una y un tercio: El Nuevo Día de Puerto Rico es dirigido por una mujer, mientras que El País de Uruguay tiene un triunvirato de directores, de los cuales una es directora.
En el periodismo ocurre lo mismo que en muchas otras industrias dominadas históricamente por hombres: en los últimos 20 o 30 años las redacciones han dejado de parecer patios de recreo de colegio de curas para atraer a más mujeres. No hay datos peruanos fiables, tampoco latinoamericanos, pero el informe anual de la Asociaciones de Editores de Noticias de Estados Unidos (ASNE, en inglés) de 2016, publicado en setiembre de ese año, encontró que el 62% de periodistas trabajando en periódicos impresos norteamericanos son hombres y el 38% mujeres; mientras que en el caso de webs noticiosas que no dependen de un diario con edición impresa, la presencia femenina se eleva hasta rozar el 50%.
Cuando yo era editor multiplataforma de Perú21 (hasta febrero de 2017), más o menos, repetíamos el ratio de los diarios americanos: de 39 redactores, 25 eran hombres (64,1%) y 14 mujeres (35,9%). Mejorábamos si hablamos sólo de editores: de 11, seis eran hombres y cinco mujeres.
La brecha se ha acortado en números, pero al igual que en otras profesiones con prestigio social —alicaído en nuestro caso, pero prestigio al fin y al cabo— una mujer alcanza su techo laboral en un diario antes de acceder a puestos directivos. Incluso cuando logra la silla de directora se le somete a un escrutinio distinto al de sus colegas hombres.
Esto fue materia de una intensa discusión en los medios americanos en 2014, cuando la primera y, hasta ahora, única directora de The New York Times, Jill Abramson, fue despedida. La historia de lo que ocurrió realmente aún está por contar, tanto Abramson como el Times como algunos reporteros que dieron cuenta del caso han relatado diversas versiones. Pero la versión oficial, en boca de Arthur Sulzberger Jr —presidente del directorio de la empresa— es que existían problemas con el “estilo de management” de Abramson. A lo que ella respondió: “Se dijo que se debía a mi estilo. Yo era una directora frontal, y había gente que trabajaba para mí a la que eso no le gustaba. Las mujeres en roles de liderazgo son escudriñadas de forma constante y, a veces, de forma distinta a los hombres”.
Que una periodista, editora o directora sea mujer no garantiza nada en términos de calidad. Un periodista puede ser bueno, malo, competente, inútil, culto, ignorante, honesto, corrupto, con independencia de su sexo o género. La identidad sexual de una persona, así como su raza o creencias religiosas, pese a lo que se diga en campaña electoral, no es un valor en sí mismo.
Pero si bien este factor no tiene incidencia directa sobre la calidad, sí parece tenerla sobre la representación de hombres y mujeres en los medios. Un estudio publicado en octubre de 2015 en The America Sociological Review encontró que el 82% de los nombres mencionados en prensa norteamericana entre 1983 y 2009 respondían a hombres. De nuevo: el 82% de las personas mencionadas en prensa en Estados Unidos durante las dos últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI tenían nombre de hombre.
Si bien no tengo estudios concretos, resulta verosímil suponer que, de existir más mujeres en puestos directivos, esa disparidad no sería tan exagerada. Y no porque las mujeres sean necesariamente menos machistas —esa es otra discusión—, sino porque las periodistas, por lo general, están más al tanto de lo que hacen otras mujeres que sus colegas hombres.
Cuando se pregunta a un directivo/director/editor/periodista hombre por qué no consideró una mujer para ese puesto/columna/artículo/conferencia, las respuestas suelen ser: “no se me ocurrió ninguna”, “hay menos mujeres en ese campo”, “las que hay no son tan conocidas”, “no estaban disponibles”.
A partir de ahí, por lo general la discusión deriva a la injusticia o ineficacia de las “cuotas”. Pero, creo, no se trata de cuotas, sino de eliminar barreras. Una de esas barreras son las anteojeras que nos hacen ver a un hombre como el sujeto estándar para la mayoría de labores, o para aquellas que son consideradas valiosas por la sociedad.
Lo explica mejor la economista Myra Strober, autora del libro Sharing the Work, profesora emérita en la Escuela de Posgrado de Economía y la Escuela de Posgrado de Educación de Stanford, y una de las mayores expertas mundiales en mujeres y trabajo. Strober acuñó el término “segregación ocupacional” para referirse a la manera en que las personas y profesiones están repartidas en base, sobre todo, al género.
En un episodio del podcast Freakonomics Radio titulado ¿De qué están hechas las barreras de género?, la doctora Strober habla de su experiencia en los años 70 en la academia norteamericana. En 1972, la economista se convirtió en la primera profesora mujer de la Escuela de Negocios de la universidad de Stanford.
Poco después de su llegada, la junta de asesores le informó al decano de la Escuela que necesitaban contratar más profesoras mujeres. Pero este descubrió que no podían hacerlo porque no había suficientes graduadas en la materia. Así que se urgió a la Escuela de Negocios a admitir más mujeres como alumnas. El problema era que había muy pocas postulantes.
Strober formó parte del equipo que se creó para salir a reclutar estudiantes mujeres. Solo tuvieron que trabajar el primer año. En cuanto se supo que Stanford estaba deseosa de sumar mujeres a su programa de negocios, las aplicaciones se multiplicaron sin necesidad de mayor esfuerzo.
Aquí pueden ver a la doctora Myra Strober hablando de los retos que las mujeres enfrentan todavía en el mundo laboral:
Strober, en otro momento del episodio de Freakonomics dice: “Creo que cuando un empleador o una industria está pensando en contratar más mujeres para trabajos que han sido dominados por hombres, tienen que ser un poco creativos. Creo que uno podría atraer más mujeres hacia la ingeniería, por ejemplo, si se discutiera y pusiera sobre la mesa cómo los ingenieros contribuyen a la sociedad. Las mujeres quieren contribuir a la sociedad. Y eso es lo que hacen, a grandes rasgos, los ingenieros. Pero así no se vende la carrera de ingeniería”. A veces, los grandes cambios ocurren a partir de soluciones sencillas pero revolucionarias para el momento.
La segregación ocupacional de que habla Strober empieza mucho antes de que las mujeres asomen la cabeza en el mundo laboral. Un estudio publicado en enero de 2017 en la revista Science -obra de Lin Bian, Sarah-Jane Leslie y Andrei Cimpian- encontró que ya desde los seis años las niñas empiezan a “asociar la genialidad o brillantez con el género masculino” y a la vez comienzan a “evitar actividades que se supone requieren de esa supuesta genialidad”.
Esto último se agudiza según van haciéndose mayores. Un estudio anterior, de 2015, en el que participaron dos de los investigadores responsables del que mencionaba antes -Leslie y Cimpian-, encontró que la proporción de mujeres que obtienen doctorados baja en los campos donde se cree que el talento innato o genialidad o brillantez es más importante que el trabajo duro.
Otro investigador, citado por la periodista Hattie Garlick en un artículo para el Financial Times, explica cómo “ya en segundo grado de primaria (cuando los niños tienen siete años), alrededor del 75% de los niños y niñas han hecho suyo el estereotipo según el cual los chicas no son buenas para las matemáticas”.
El mismo investigador, Dario Cvencek, del Instituto de Ciencias del Cerebro y el Aprendizaje de la Universidad de Washington, le dice a Garlick: “Los niños prestan atención a los estereotipos presentes a su alrededor. Asimilan los estereotipos que muestran sus padres, educadores, pares, juegos y medios. Si les enseñamos nuestros prejuicios, los niños desarrollan esos mismos prejuicios. Nuestros estereotipos se convierten en sus estereotipos”.
No hace falta afinar mucho la imaginación para prever qué ocurre si, además, esos mismos niños y niñas crecen para convertirse en adultos que ven sólo hombres representados en los medios.
Por suerte, si bien la prensa tradicional parece todavía atada a usos del pasado, los nuevos medios no son nuevos solo por su juventud sino, algunos, también por sus ideas.
La primera directora regional para las Américas de Buzzfeed —la empresa de medios más importante del mundo, según el analista Ben Thompson— es una joven y talentosa periodista argentina llamada Conz Preti.
Imagino, o quiero imaginar, que las grandes y clásicas cabeceras periodísticas en nuestro idioma no tardarán mucho en seguir ese ejemplo.
+Una versión anterior este artículo apareció el 8 de agosto de 2016 en Perú21 y señalaba de forma incorrecta que El Peruano había tenido una sola directora mujer, cuando en realidad han sido dos. Este post está corregido y aumentado con nueva data.
*Este artículo fue modificado el 16 de mayo de 2018 para incluir a Cecilia Valenzuela, quien el 1 de junio asumirá el cargo de directora periodística de Perú21, con lo que se convertirá en la segunda directora mujer en activo de la prensa escrita peruana.
**Este artículo fue modificado una vez más con la actualización del comienzo el día lunes 11 de junio de 2018 para incluir el nombramiento de la periodista Soledad Gallego-Díaz como directora del diario español El País.
++En el párrafo final, donde antes decía “las grandes y clásicas cabeceras periodísticas del continente”, ahora dice “las grandes y clásicas cabeceras periodísticas en nuestro idioma” ya que a diferencia de la versión original que se publicó en Perú21, el artículo no está ceñido ya a medios latinoamericanos sino a medios en idioma español.
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