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#NoAlSilencio: Un punto de no retorno para el periodismo en México
Por @cdperiodismo
Publicado el 28 de mayo del 2017
El asesinato del periodista y escritor Javier Valdez [ocurrido al mediodía del 15 de mayo pasado en Culiacán, Sinaloa] nos ha sacudido de manera especial. Valdez, fundador de Ríodoce y corresponsal de La Jornada, se especializó en cubrir y documentar historias del crimen organizado como nadie. Su trabajo es imprescindible para entender y seguir abundando en lo que ha pasado en el norte del país en los últimos años, hechos y dinámicas que, por supuesto, han tenido repercusión más allá de estos límites territoriales.
De ahí el estruendo.
Pero no solo eso, Javier Valdez se convirtió en el sexto periodista asesinado en México en 2017. Su crimen se perpetró aún estando fresco en la memoria el reclamo por los homicidios de los periodistas Cecilio Pineda, Maximino Rodríguez, Ricardo Monlui, Filiberto Álvarez, Miroslava Breach, Javier Valdez Cárdenas y a unos días de la agresión que sufrió un grupo de 7 reporteros de distintos medios en Guerrero. Incluso, ese mismo 15 de mayo, horas después de la noticia sobre Valdez, también perdió la vida Jonathan Rodríguez, quien fue atacado junto a su madre, Sonia Córdova, subdirectora comercial del diario El Costeño, en Jalisco.
Pero Javier Valdez se volvió símbolo.
Pronto la noticia de su asesinato —que ocupó y se ha mantenido en la agenda pública— abrió, por un lado, la puerta a preguntas, reflexiones y reclamos de las y los periodistas en México. Éstas han incluido cuestionamientos a «los grandes medios», entiéndase medios tradicionales; a los gobiernos locales y federal y alusiones a los vicios del sistema de medios mexicano y los fenómenos en los que se encuentra inmerso el periodismo en nuestro país, de los cuales ya ha hablado el periodista Marco Lara Klahr y que son:
– la cooptación, el acoso y la violencia directa perpetrados por funcionarios públicos y delincuentes (casi siempre asociados entre sí);
– la precarización laboral ocasionada por una industria noticiosa dependiente no de sus audiencias sino del dinero público, y cuyas políticas editoriales exponen a periodistas a riesgos de violencia e instrumentalización política y económica;
– el sometimiento ideológico, político o pragmático a fuentes oficiales o de poderes fácticos, cuyas informaciones se procesan y publican industrialmente sin estándares deontológicos específicos; [Para muestra, ver este informe de Data4 y Article 19 México publicado en 2014]
– un acelerado descrédito social (no siempre inmerecido).
Y por otro, también a raíz de las protestas que se han suscitado, ha habido matices y contrastes sobre cómo protestar y qué podría ser más efectivo cuando se ha marchado tantas veces y la situación en lugar de mejorar, se ha agravado. Algunos medios [varias docenas] optaron por realizar al día siguiente del asesinato de Valdez un paro [#UnDíaSinPeriodismo, un hecho inédito], mientras que otros insistieron en mantener su dinámica cotidiana como forma de protesta. Y un contingente numeroso de periodistas y activistas se manifestó en la Secretaría de Gobernación el martes 16 de mayo para refrendar la exigencia de justicia para Javier Valdez y todos los periodistas asesinados en el país [más de cien desde el año 2000 a la fecha; 32 en lo que va de administración de Enrique Peña Nieto] y gritar: «No al silencio». También ha habido muestras de apoyo y respaldo de colegas de otras partes del mundo: de Cuba, España, Argentina. Los propios corresponsales y periodistas extranjeros en México han alzado también la voz.
Una reacción de gran impacto.
Ante esto, la respuesta del gobierno mexicano ha sido más bien torpe, el periodista Javier Garza Ramos explicó lo que se puede deducir del acto que encabezaron el presidente Peña Nieto y la Conferencia Nacional de Gobernadores [Conago] el 17 de mayo cuando anunciaron las Acciones para la Libertad de Expresión y para la Protección de Periodistas y Defensores: «El crimen [de Valdez] también provocó una reacción inusitada, contundente, enérgica de parte del Gobierno mexicano que, paradójicamente, solo resaltó el desdén, la ignorancia y la negligencia que han tenido durante años ante la violencia contra periodistas».
A la par, ¿Qué sigue? ¿Qué hacer distinto? Han sido preguntas a las que muchos periodistas le hemos dado vueltas de nueva cuenta en estos días. Si en algo hemos coincidido en que ya es momento de buscar otras opciones, porque si bien se ha marchado [el gremio periodístico en México ha salido a las calles con mayor frecuencia a partir de 2010 para exigir seguridad para ejercer su labor] lo cierto es que las acciones por parte de las autoridades ante la violencia contra la prensa han sido más bien cosméticas. Y el registro de más casos, tanto de homicidios como de agresiones y desapariciones crece. [Tan solo 3 días después del homicidio de Javier, y un día después del anuncio de Peña Nieto y la Conago, se reportó el secuestro de Salvador Adame Pardo, periodista y propietario de canal 4TV en Michoacán, hasta la fecha no se tienen noticias de su paradero].
Así, desde el 16 de mayo distintos medios [entre ellos del que formo parte] nos sumamos a la iniciativa de Horizontal para convocar a un diálogo urgente entre medios y sociedad civil para pensar y discutir de manera colectiva propuestas para la protección de las y los periodistas. A este llamado se han sumado ya más de 50 medios y organizaciones y ya se ha lanzado una plataforma para dar seguimiento a esta ejercicio [ agendadeperiodistas.mx ]. Y el 24 de mayo, a través de un desplegado otro grupo de medios, entre ellos diarios como El Universal, Reforma, La Jornada, Noroeste y grupos radiofónicos como MVS y la televisora Tv Azteca, entre otros] hicieron un reclamo de «Basta ya». [El desplegado remite, de algún modo, al acuerdo contra la violencia que firmaron varios de estos medios en 2011, esperemos no con el mismo destino]
No había habido una reacción de tal magnitud ante el asesinato de un periodista, acaso una semejante fue la que se registró en 2015 tras el multihomicidio en la colonia Narvarte, en la Ciudad de México, en el que cinco personas fueron asesinadas, entre ellas el fotoperiodista Rubén Espinosa.
Lo cierto es que me parece necesario poner en perspectiva todo lo anterior y más [por ejemplo, ¿cuándo vamos a discutir la distancia que hay entre medios, periodistas y la población en México?] porque es urgente que las y los periodistas mexicanos nos articulemos para ser contrapeso contundente no solo para exigir que los asesinatos de colegas no queden impunes, sino para mejorar las condiciones [al interior de las empresas de medios y fuera de ellas] en las que trabajamos los periodistas; para darle más peso y voz al trabajo que hacen nuestros colegas en otras regiones del país, y que son quienes padecen las violencias y condiciones más extremas; para dejar de invisibilizar a los colegas freelance; para tener presente la importancia de la perspectiva de género [ la agencia Cimac en su informe El poder del cacicazgo indica que en 2014 y 2015 la violencia contra las periodistas se incrementó un 70 por ciento en relación a los dos años anteriores]; para pensar y caracterizar las violencias que vivimos las y los periodistas [cosa por demás importante porque en este análisis encontraremos elementos más de fondo y estructura que permitan poner en perspectiva el papel del neoliberalismo en México, las tendencias y tensiones políticas, económicas y culturales; el periodismo no es un ejercicio que se aisle de todo, al contrario]; es urgente poner en la mesa todo [incluida la ética y calidad del periodismo que hacemos] para no permitir que nos arrebaten por completo todo, no solo a quienes nos dedicamos al periodismo sino al resto de la población: nuestro derecho a estar informados; a ejercer sin miedo, en libertad; a tener un país distinto; a seguir buscando la verdad; a acceder a la verdad.
Javier Valdez es hoy símbolo y motivo, sus palabras resuenan fuerte «A Miroslava la mataron por lengua larga. Que nos maten a todos, si esa es la condena de muerte por reportear este infierno. No al silencio». Hagámosle caso. Que su asesinato sea un punto de no retorno.
Lizbeth Hernández. Periodista e investigadora freelance. Directora y fundadora de Kaja Negra.
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