Una de las problemáticas de la sociedad contemporánea es la excesiva confianza que se le tiene a la imagen. Se dice con frecuencia que en sus distintas manifestaciones es un retrato fiel de la realidad, e incluso se ha popularizado la frase como “una imagen vale más que mil palabras”, a lo que cabe cuestionarse si verdaderamente una imagen es la realidad, o es tan solo una representación de la misma.

El primer problema es que sí, generalmente se piensa que una imagen puede homologar lo que existe, que mediante su uso se puede crear una verdad, que a diferencia del lenguaje verbal, es irrefutable. La génesis del conflicto es que aprendemos con imágenes, nuestra mente así trabaja: esto es un árbol, esto una vocal, esto es la realidad, sin embargo no lo son. Son solo  aproximaciones, o dicho de otro modo, son encuadres fotográficos de lo que percibimos.

Habrá que distinguir entonces cómo es el proceso visual para entender el por qué de la confianza en la imagen. En la experiencia visual chocan dos elementos indispensables: el sujeto, como ser pensante y la cosa como un ente aislado que necesita una aproximación del ser para ser, es decir necesita un sujeto que la perciba para que exista.

“Una imagen solo puede representar lo que es, una imagen”. Una tautología necesaria para comprender su error. La imagen no es inherente a las cosas, no pertenece a un mundo alejado de la conciencia del individuo. No es lo que se ve, sino quien lo ve, la relación es dicotómica. Las cosas no poseen autonomía, no generan sus propias leyes de existencia, es el sujeto quien las determina.

“Los colores, el sabor, etc., son considerados con razón no como propiedades de las cosas, sino solo como modificaciones de nuestro sujeto, que incluso pueden ser diferentes en diferentes hombres.” (Immanuel Kant. Crítica de la razón pura. p. 32)

El sujeto, al mantener contacto con una cosa, forja una experiencia individual formulada en su interior, es un proceso intersubjetivo. La visión achacada al proceso físico-biológico no es un fenómeno aislado del procesamiento de los datos percibidos, el ser humano realiza el proceso físico y de interpretación simultáneamente, no hay una diferencia de jerarquía entre estos. Lo que nos lleva a pensar que la imagen no se da en los ojos, sino en la propia mente del individuo. “Si la visión fuera solamente un proceso óptico-químico, nada de los que viéramos sería relevante para lo que conociéramos y nada de lo conocido para lo que vemos.” (R. Hanson. La observación. p. 108)

Si tenemos tanta confianza en la imagen es porque este fenómeno responde a toda una tradición que se fomenta por todo el ecosistema, desde la televisora que muestra la objetividad de fenómenos sociales, hasta la cámara digital que plasma la realidad que vemos. Incluso al fotoperiodismo lo recibimos como materia pura y pocas veces se le da un análisis profundo.

También existen fotografías llenas de morbo y sensacionalismo. Su nombre es  Dirty tourism, y lo practican muchos turistas que no tienen la ética suficiente a la hora de tomar una fotografía. No descubren el verdadero significado de los sucesos, y capturan la imagen sin pensar en el modo en el que esa foto será contemplada. Y en ese sentido, los receptores ¿están recibiendo una realidad veraz?

Sin embargo, cabe cuestionarse el trasfondo de las fotografías.  ¿Esa fotografía miente, o dice la verdad?, o quizá sólo es la interpretación que cada uno le da lo que hace variar su significado? Porque una imagen no puede ser evaluada como la realidad. Tan solo es una forma de entender y darle significado a lo que percibimos. Si no existe una relación objetiva con los objetos, tampoco tendría porqué existir con las imágenes o las fotografías. El problema no es el grado de verdad que pueda contener, sino la capacidad crítica de quien las observa. Tal vez, una fotografía por sí sola no signifique nada, o tal vez sí.

Publicado por:

Katheryn Hernández Olvera

Estudiante de Ciencias de la Comunicación con especialización en Comunicación Política en la Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

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