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Carta desde Chiapas a 20 años del levantamiento zapatista

Por @cdperiodismo

Publicado el 31 de diciembre del 2013

Foto: Fanpage Amado Avendaño Figueroa

Foto: Fanpage Amado Avendaño Figueroa

 

“Ni héroes ni mártires, periodistas”

Por Amado Avendaño

Es imposible no atravesar por el umbral de la efeméride de los 20 años. Esa madrugada en la que mi papá (Amado Avendaño Figueroa) y Gaspar Morquecho (y yo detrás de ellos) irrumpieron con temeraria ingenuidad la irrupción de encapuchados en pleno corazón de San Cristóbal no imaginamos que al periódico Tiempo, a la familia y a los colaboradores cercanos se nos vendría un tsunami encima. En una guerra uno nunca sabe qué va a pasar; nunca nos había tocado una y aunque Elio Henríquez ya había anticipado y documentado desde mayo de 1993 indicios de la existencia de una organización armada, Chiapas seguía sin importarle a nadie.

El 31 de diciembre de 1993, Gaspar Morquecho y Alejandro Ruiz Guzmán se fueron a San Miguel, una comunidad por el rumbo de Ocosingo donde había denuncias de secuestro de autobuses; llegaron por la tarde a la redacción del periódico y aunque yo llegué tarde a la conversación le platicaron a mis papás que habían visto a hombres uniformados de camisa café y pantalón verde con los rostros cubiertos y armas largas, pero decidieron no seguir adelante. Se regresaron y acordaron seguir con sus indagatorias después de año nuevo.

El periódico se había convertido en una herramienta de defensa de los derechos humanos a través de la forma más pura del periodismo que he conocido en mi vida: un tabloide diario de cuatro páginas impreso a base tipos sueltos, de linotipos y prensas planas, que en sus mejores días vendían mil ejemplares diarios en una ciudad cercana a los 100 mil habitantes; (equivalente a que en la zona metropolitana del DF un medio tuviera unos 2 millones de lectores).

Foto: Facebook Amado Avendaño

Foto: Facebook Amado Avendaño

El zapatismo se recargó en esta frágil estructura de operación familiar que gozaba de una credibilidad extraordinariamente sólida para catapultarse al mundo, su primer encuentro con un medio, su primer comunicado tuvieron que ver con Tiempo. La redacción de un diario que en su tiempo y su circunstancia en su comunidad era más grande e importante que muchos medios de cobertura nacional guardada su proporción, comenzó a ser vista por quienes no lo conocían como un heroico y sacrificado esfuerzo de comunicación y más aún, como el órgano informativo del zapatismo.

Quienes no lo conocieron podrían pensar que mi papá era un hombre radical, de formación comunista, de posiciones recalcitrantes o de carácter complicado; pero estaba muy lejos de eso. Amado Avendaño Figueroa era un hombre que se formó en el campo, en su natal Mapastepec, municipio de la costa de Chiapas, huérfano desde los tres años y pupilo de su padrastro, un arriero que le enseñó el oficio que alternaba un año sí y un año no, para poder estudiar. Fue por eso que concluyó la primaria a los 18 años, edad en la que se fue a estudiar la secundaria a San Cristóbal de las Casas y que lo orilló a usar zapatos por primera vez, una talla más grande porque a base de andar descalzo sus pies eran muy anchos. Quizá eso lo hizo un hombre tan sensible como bienintencionado, sencillo, honesto sobretodo consigo mismo y con una admirable vocación de servicio desinteresado, virtudes que consolidó quizá sin darse cuenta gracias a que coincidió siempre en ello con mi mamá.

Mi mamá (Concepción Villafuerte) cuenta su propia historia de manera impecable en este texto. Su vida de periodistas / defensores de los derechos humanos nunca fue ni ha sido fácil para ellos, pero de la misma forma que tampoco lo es la de un bombero o la de un socorrista de la Cruz Roja; ninguno de los tres puede darse el lujo de convertirse en víctima, porque claudica a su misión fundamental de servir, aún a sabiendas del riesgo permanente.

En aquel amanecer de 1994 mis papás y todos los colaboradores de Tiempo no dudaron en asumir su papel y los riesgos que implicaba y poner la estructura del periódico, no al servicio del EZLN, sino de la información que se estaba generando en aquel momento. Caro nos salió a todos. El EZLN nos utilizó, quizá en el mejor sentidos en ese momento, pero a querer o no, desde nuestra posición lo entregamos todo y perdimos mucho, nuestra dinámica de vida, nuestra salud, nuestra integridad física, la vida de familiares y amigos, pero para nosotros valía la pena. No importa si ellos o quienes en ese momento coincidieron lo valoraron o no, pero nosotros creímos en ese momento hacer lo correcto y al menos mis padres hicieron lo que hicieron como siempre, por convicción.

La historia no ha concluido, aunque algunos de aquellos actores de hayan ido, otros se hayan perdido, otros más hayan dejado de creer, lo que personalmente lamento más es que como sociedad hayamos aprendido tan poco de nuestra propia historia, que nuestra desmemoria permita la reencarnación de nuestras peores pesadillas incluso hasta con sus mismos nombres y apellidos. Mi papá se fue hace casi 10 años, mi mamá no ha dejado de creer, el Tiempo hoy se llama La Foja Coleta y yo guardo la esperanza de haber aprendido una gran lección y estarla transmitiendo a mis hijos.

APUNTES DE REDACCIÓN:

  • Para contar la historia de Chiapas y del movimiento zapatista tienes que recordar al diario Tiempo, el cual fundó Amado Avendaño Figueroa en Chiapas, México. Era el 6 de febrero de 1968.
  • El levantamiento zapatista se produjo el 1 de enero de 1994 en Chiapas. 
  • “Tiempo llegó a convertirse en enero de 1994 en una gran sala de prensa internacional”, dice Isaín Mandujano, periodista de Chipas, fundador del medio digital Chiapas Paralelo .
  • “Fue el diario al que el EZLN confío primero la difusión de sus comunicados. Porque Tiempo desde cuando otros medios no veían ni oían los abusos sobre los pueblos indígenas, Tiempo ya estaba ahí jugando un papel de denuncia.  Para Marcos y el EZLN, Tiempo era el único medio impreso en Chiapas de fiar. Por eso desde ahí se empezaron redistribuir los comunicados del EZLN. Tiempo llegó a convertirse en enero de 1994 en una gran sala de prensa internacional”, rememora Mandujano.
  • Para entender el levantamiento armando zapatista que se dio a conocer el 1 de enero de 1994 es necesario leer en la hemeroteca los textos periodísticos de Tiempo, advierte el periodista digital.
  • No se puede hablar de la historia del periodismo en Chiapas sin tomar en cuenta el papel de Tiempo. Lo dice Mandujano con la certeza de que aún hay muchas tareas pendientes.
  • Amado Avendaño, hijo del fundador del diario, compartió la foto de la redacción de Tiempo en Facebook. La leyenda de la imagen dice: “Así éramos hace casi 20 años en 1994 cuando el zapatismo se nos vino encima; una foto sin sonrisas… debe ser de Fabián Ontiveros. No volvimos a ser los mismos. Detrás el taller con los linotipos y prensa plana con los que se hacía Tiempo”.

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