El diario El Mundo reveló hoy que Javier Espinosa, su enviado especial a Siria, y el reportero gráfico Ricardo García Vilanova, permanecen secuestrados en ese país.  La noticia ha conmocionado al gremio periodístico.

Un comunicado de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) demanda la inmediata liberación de los periodistas. Se incluye además el caso de Marc Marginedas (“El Periódico de Catalunya”).

“La APM condena con rotundidad el secuestro de periodistas y se solidariza con los compañeros retenidos y con sus familias, así como se  pone a su disposición y a la de las autoridades españolas en lo que necesiten”, se indica.

A continuación el editorial de El Mundo:

El pasado 16 de septiembre, Javier Espinosa, enviado especial de EL MUNDO y el reportero gráfico Ricardo García Vilanova, fueron secuestrados en un control en la provincia siria de Raqqa, a escasa distancia de territorio turco, cuando se disponían a abandonar el país. Espinosa había entrado en Siria para relatar las atrocidades de la guerra y sus dramáticas consecuencias para la población civil de la provincia de Deir Ez-zor. A pesar de que han transcurrido ya casi tres meses desde su captura, EL MUNDO no ha querido hacer pública esa circunstancia por respeto a la decisión de las familias de ambos secuestrados, que intentaron mantener contactos discretos con los captores. La noticia había trascendido ya en ambientes periodísticos, pero los medios de comunicación han respetado esta discreción, cosa que es muy de agradecer. Los secuestradores pertenecen al llamado ISIS (Estado Islámico de Irak y Siria), una organización radical vinculada a Al Qaeda. Las distintas milicias yihadistas mantienen secuestrados a al, menos. una veintena de periodistas, entre ellos Marc Marginedas, de El Periódico de Cataluña.

No hace falta subrayar aquí el enorme mérito y la valentía de Javier Espinosa, un periodista cuya labor restablece la fe en la profesión ejercida desde su lado más noble, decente e idealista. Su trabajo, como el de otros reporteros de guerra, evidencia que, por mucho que evolucione la tecnología, nunca podrá sustituir a quien informe sobre el terreno como testigo directo de las guerras. Pero es que además, el enviado especial de este diario a Siria no ha dudado en asumir riesgos para informar, sí, pero también a la hora de ayudar a las víctimas de la guerra. Baste citar su cobertura de las atrocidades cometidas en el barrio de Baba Amr en Homs, donde sobrevivió de milagro al bombardeo del centro de prensa en el que murieron dos periodistas. Él decidió permanecer allí para contarlo, y sólo aceptó salir con el último convoy de civiles. Tal y como informamos hoy, uno de los activistas sirios más reconocidos les ha hecho llegar a los captores el siguiente mensaje: «¿Dónde estabáis vosotros durante la caída de Baba Amr? No os ví, en cambio Javier sí estaba allí, ayudándonos a evacuar a nuestros heridos».

La cruel paradoja es que el secuestro de Javier Espinosa y del resto de los periodistas que permanecen apresados en Siria sólo beneficia a quienes no quieren que el mundo se entere de lo que está pasando allí y perjudica a la población masacrada por una guerra que dura ya casi tres años. El régimen de Damasco y los grupos islamistas radicales, con mayor o menor dependencia de Al Qaeda, no quieren testigos de lo que están haciendo. Por ello, Siria es ahora mismo un país más peligroso para los informadores de lo que lo fueron en su día Irak o Líbano. El terror impuesto ha reducido casi a cero la cobertura mediática de la guerra sobre el terreno. Javier Espinosa ha desafiado ese peligro y lo seguirá haciendo. Hoy, Día Internacional de los Derechos Humanos, pedimos su inmediata puesta en libertad.

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@cdperiodismo

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