La Tesis

El desafío periodístico en tiempos 2.0

Por Carolina Hernández Cufré

Publicado el 05 de febrero del 2013

No hay que ser periodista para hacer

este trabajo, pero el profesional de la información maneja habilidades

para hacer esto de forma eficaz, del mismo modo que un

cocinero sabría abrir mi nevera y para mi pasmo hacer una crema

maravillosa con las cuatro cosas que tengo”. Juan Luis Sánchez [1]

En medio de la vorágine de información periodística circulando en manos de muchos, para su producción y consumo en redes y medios de periodismo participado, es necesario indagar sobre el rol que cumplen los periodistas, los antiguos “propietarios” de la palabra periodística. ¿Es el fin de la profesión tal como era reconocida en otros tiempos? ¿Será necesaria una reconfiguración de los medios a la hora de informar? ¿Están surgiendo nuevas fuentes? ¿Se están marcando otras agendas y escenarios diferentes donde fluyen los hechos periodísticos? La información que los prosumidores crean y hacen circular ¿de qué manera debe ser valorada?

Todas estas preguntas no pueden ser contestadas de forma cerrada y acabada, porque las prácticas y los usos varían sin premeditarse; todo es cambiante, contingente y complejo como para pensarse linealmente. Pero se pueden abrir nuevos debates, nuevas propuestas a partir de las tendencias que vienen surgiendo entre todo lo señalado a lo largo de esta tesis.

imagesEntonces, la figura del periodista que debe ponerse en discusión es la de aquel que era capaz de elaborar información veraz, rigurosa, contrastada y contextualizada para explicar la realidad al público y, sobre todo, ser custodio del poder. Antes, todo esto lo hacía sirviéndose de cables, entrevistas, datos numéricos, fotografías, entre otros, pero eran fuentes siempre perseguidas por ellos mismos. Hoy, esos datos noticiables están yendo a los medios. A través de la participación comienzan a construirse en “cadena colaborativa”, sin necesaria intervención de los periodistas. Son los prosumidores, en su rol de productores de información, con sus distintas clasificaciones y sus respectivos formatos de presentación ya descriptos, los que están generando e instalando temáticas. Un ejemplo de ello es cuando los usuarios de Twitter crean un trending topping, que luego es tomado por otros medios masivos para ser instalado en la agenda como algo creado en las redes socia

les. Este sistema de retroalimentación es el que hace que los reporteros estén inmersos además en un flujo de datos que ingresan constantemente por distintas vías. Entonces, la tarea del chequeo cada vez se hace más compleja y surgen las siguientes cuestiones: ¿qué y cómo se debe publicar? ¿qué no? y ¿bajo qué criterios? ¿con qué autoría?

 Aquí entra en juego lo que se conoce, según la semióloga Lucrecia Escudero, como el “contrato mediático”, que lo trabaja en “¿Quién es el autor de las noticias? Acerca del contrato mediático de la información”[2], como un acuerdo existente entre lectores y medios por el cual, a priori, el lector cree que va a encontrar verdades en el medio que va elegir y, a posteriori va a poder verificar la información recibida con las herramientas que el medio le brindará. Por lo tanto, el poder otorgado contractualmente al periodista será desvanecido si hay una pérdida de la credibilidad.

Pero ¿qué ocurre cuando ese medio lo hacen también otros agentes con la misma capacidad de prosumir? El prestigio con el que contaban los periodistas clásicos eran ciertas pertinencias: su credibilidad por trabajar en determinado medio, ya sea por su línea editorial o su veracidad informativa, por su trayectoria y profesionalidad con reconocimiento como agente que posee el conocimiento de datos confiables de actualidad.

Además, el profesional de los medios, debía proseguir con la lealtad ante los ciudadanos siendo independiente de los hechos y de las personas sobre los que informaba y tenía que tener una rigurosa disciplina de verificación y contextualización. A su vez tenía que servir como un vigilante independiente del poder a la vez de dar lugar pluralista a las críticas.

Pero hoy, cuando al hablar de prestigio o credibilidad quizás corresponda fundamentalmente a aquel que tenga más habilidad comunicativa al conjugar de manera más estratégica, creativa y atractiva los elementos que tenga a su alcance para que una historia sea creíble, entendible y, fundamentalmente, vinculable con más información.

Esto sin dejar de lado lo postulado por Kovach y Rosenstiel también en “Los elementos del periodismo”[3]: “los profesionales deben tener derecho a ejercer lo que les dicta su conciencia y tienen una responsabilidad con su propia conciencia. La cultura de honestidad e integridad personal es lo que le da al periodista su más importante capital: la credibilidad y confianza de la gente.”

Un punto que entra entonces en juego aquí, en la reflexión o debate acerca de la figura de los periodistas en este presente de la información participada, es la cuestión de la ética profesional. Dentro de este eje, el comunicador deberá ser cada vez más en cauteloso con ciertas líneas procedimentales a la hora de permitir que se haga pública una noticia. Así mediará la vorágine informativa, y permitirá la libre producción y circulación de datos periodísticos emitidos por los prosumidores.

Esas reglas básicas para incurrir dentro de los márgenes de la ética periodística son: el buen gusto; evitar la morbosidad; contar con un léxico rico, cultivado y respetuoso. A su vez, publicar fotografías y videos exactos, fieles a la realidad; no plagiar trabajos existentes, respetar tiempos y órdenes legales y responder al interés público, nunca a objetivos sectoriales ni personales.

¿Nuevas definiciones?

Además de la irrupción de estos nuevos agentes informativos, hoy los medios de comunicación tradicional como la prensa escrita se encuentran en una tendencia casi apocalíptica: hay escasa inversión publicitaria o las ventas decrecen, hecho que ha generado que algunos hayan decidido pasar definitivamente a desempeñarse con tecnología digital. Pero para llevar adelante esos nuevos emprendimientos, deberán tener quizás muy en cuenta palabras como las del filósofo y sociólogo Jean Baudrillard dichas en su trabajo “Requiem para los medios”[4] . En él enuncia que un buen medio es aquel que brinda una transmisión inmediata, dada y recibida, pero a su vez hablada y respondida, móvil en el mismo espacio y tiempo, recíproca y antagonista.

Entonces la definición de periodismo y la de los espacios de difusión en los que sus profesionales se desempeñan puede que deba ser repensada. Es posible pensar en la redefinición y hablar de un “posperiodismo”. Pero, ¿qué implicaría?

En primera instancia, el proceso informativo en el que están inmersos deberá pasar a ser algo compartido, donde los periodistas incluyan al público en la elaboración del contenido. Lo pueden hacer sumando las publicaciones que encuentren en blogs, plataformas de vídeo o de fotografías, archivos de audio y publicaciones en redes sociales, entre otras.

Entonces así, la definición de contenido también evoluciona, crece, se multiplica. Porque a lo publicado se lo puede volver a comentar, difundir y en definitiva agregar aún más implicancia. Aquí, este tipo de edición pasa a considerarse una forma de crear nuevos autores. Incluso, como se enunció anteriormente, la adhesión con un “Me gusta” en Facebook o un Retweet en Twitter son también formas de prosumir.

La figura del mencionado “posperiodista” cumplirá el rol de “administrador” de esos flujos informativos de los que se podrá servir. Deberá entonces, como tarea principal, seleccionar aquello que crea relevante y realmente verificable. Además, esa ola de información editable será la base de la subsistencia de la profesión. Sin embargo tendrá que considerar que la información ya no es un producto suyo sino algo hecho en comunidad, por la inteligencia colectiva de una sociedad cada vez más servida de herramientas para ganarle, por la inmediatez, a las fuentes clásicas de los antiguos periodistas. Dentro de esa masividad, la demanda del público también se ha acrecentado, la información debe fluir en tiempo record para mantener su actualidad y contenido.

Y esa data entrará en circulación en forma “coral”, emprendiendo un camino en donde el mensaje podrá ser modificado, enriquecido, retroalimentado y hasta incluso omitido durante todo el ciclo de la comunicación.

También se puede agregar o proponer que la figura del periodista que presta especial atención a la información de los prosumidores tiene cada vez más posibilidades de acercarse al periodismo social. ¿Qué significa esto?, es ser capaces de asumir responsabilidad en los procesos sociales, ser parte del análisis del devenir social y ser proactivo, si se da la oportunidad, en la búsqueda de soluciones que estén a su alcance.

Mientras que el comunicador siga respondiendo sólo a intereses de líneas editoriales, va a continuar perdiendo credibilidad ante un público con acceso tecnológico a exponer críticas y retrucar de manera inmediata con nueva información, con capacidad de tener alcances espacio-temporales cada vez más amplios. Deberá horizontalizar lo que publica y mostrarse como un actor social de peso representando también su voz como humano y ciudadano comprometido con las distintas realidades. Además es primordial que sume esas fuentes antes silenciadas o limitadas a breves entrevistas, abriendo un diálogo que permita encontrar soluciones sustentables para problemáticas que a veces necesitan de la ayuda de la masividad mediática o al menos la de trascender el espacio barrial, asociativo, organizacional, entre otros.

Tomando herramientas del periodismo social pueden lograrse nuevos enfoques y nuevas lógicas para no quedarse sólo en las denuncias o el planteo del problema, sino que puede involucrarse y usar las herramientas al alcance para ser parte de la solución. Es decir, puede, por ejemplo, contactar entidades de la sociedad civil que traten ciertas temáticas donde se entreviste a sus distintos agentes, ponerlos en comunión, generar líneas de acción contingentes para aportar soluciones necesarias e incentivar nuevas tareas. A su vez, podrá ser el encargado de colaborar en los nexos y la difusión de datos efectivos, incitando a la retroalimentación con opiniones, aceptación, negación debate y nuevos aportes.

En este sentido y con estos intereses se vienen llevando adelante los cuatro medios que han sido analizados. Por eso contienen secciones como “medio ambiente” o “ecología”, “historias ciudadanas”, “organizados”, “cambio climático” “reclamos” y “propuestas”. Todos, desde sus contextos, están trabajando con interés periodístico las realidades de sus países y localidades, más allá de lo que la agenda de la política o la economía vaya marcando en cada lugar.

Son alternativas, nuevas voces que los mismos ciudadanos y sus organizaciones traen a cuenta y están comenzando a ser escuchados en diferentes espacios. Por eso, en esta reflexión acerca de la profesión, no es en vano pensar en esta nueva forma de mirar y trasmitir para los periodistas.

Pero, aquí es necesario que surja una advertencia: no es trascendente que se incite a la colaboración y al aporte de nuevas temáticas, sino se les va a dar entidad. Esto quiere decir que de nada sirve llamar a la participación con incentivos como “sé el primero de tus amigos en comentar”, “contesta nuestra encuesta haciendo clic aquí”, “¿vos que opinás?” si de ello no va haber una retroalimentación, un ida y vuelta. En algunos casos no sirve ser el comentario número 345 de una nota publicada o un video subido a la red. Banalizar la conversación puede llegar a ser un error que hará que ese usuario crea que su aporte no es valioso y logre que no vuelva a participar nunca más.

La colaboración deber ser entendida como un proceso que modifique algo, que transforme, que genera un resultado y que haga que algo sea distinto a lo que era. Así como lo fue el video aportado por los estudiantes que gestaron el #yosoy132, que queriendo difundir una realidad, generaron un movimiento joven que quizás marque un precedente en la historia mediática y juvenil de ese país. Pero no fueron solamente ellos los protagonistas sino que también hubo medios y periodistas, que podrían enmarcarse dentro lo que se ha definido como posperiodismo, porque usaron sus canales de difusión sean portales, redes, blogs y radios para ayudar a masificar el mensaje.

Igualmente, tampoco es necesaria la masificación a grandes escalas, desde el alcance a una esfera micropública un reclamo de una organización barrial que logren una respuesta municipal, es tan valedera como el anterior ejemplo.

Construir la credibilidad

Los profesionales dedicados al periodismo tendrán que desarrollar de manera colectiva nuevos estándares de confianza y verificación. Los criterios de comprobación de fuentes que surgen a partir de la participación de los prosumidores serán los mismos que si se tratara de los aportes tradicionales, pero tendrá que haber un aumento de la cautela en cuanto a qué información se le dará lugar. Es decir, es sumamente válido hacer públicas otras y nuevas voces, pero si participan, la pauta deberá ser que sumen elementos capaces de identificarse como ciertos y que no violen la propiedad intelectual de otros.

Hoy, en la red, es el profesional quien tiene la mayor cantidad de herramientas para discriminar qué es lo verdadero y qué no. Por ejemplo, han existido casos en los que publicaciones de prosumidores con todos los factores de noticiabilidad posibles, han resultado desestimadas por terminar siendo información errónea o falsa. Uno caso de ellos fue el producto audiovisual llamado KONY 2012” [5]

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Kony 2012 que se volvió un “ciberacontecimiento” porque fue uno de los videos de Youtube más visto de la historia de Internet. Su denuncia, su calidad de imagen, sus fuentes, su emotividad, fueron componentes claves, pero finalmente su contenido no resultó del todo cierto. Se trató de un documental publicado por una organización llamada Invisible Children, con el objetivo de denunciar y perseguir a Joseph Kony, el principal dirigente de un grupo guerrillero paramilitar denominado Ejército de Resistencia del Señor, acusado de secuestrar y reclutar niños de Uganda para flagelarlos y obligarlos a convertirse en soldados o sirvientes.

El film documentaba los planes, hechos y esfuerzos de la organización para conseguir   el arresto del líder describiendo a su vez las atrocidades llevadas a cabo por el Ejército de Kony. Pero uno de los “planes” principales para combatirlo era pedir al público que comprara por 30 dólares su ‘kit del activista’[6], que contenía pósters, una pulsera, una camiseta, una ‘guía de acción’, pegatinas y una patente. Además, se quería involucrar a veinte famosos para que éstos difundieran aún más el mensaje.

Pero finalmente, además del sesgo Hollywoodense, el vídeo dio una imagen errónea de la realidad. Joseph Kony y su gente ya no están presentes en Uganda desde 2006 y ya desde antes la milicia existe en forma de pequeñas unidades autónomas y repartidas por la jungla en un área entre Sudán del Sur. La cifra de los 30.000 niños que plantea “KONY 2012” sería el total de secuestrados desde 1987 que, sin quitarle importancia al los raptos, muchos de ellos fueron liberados o se escaparon a las pocas horas de su captura.

El video anuncia entonces un dramático panorama en el norte de Uganda, sin embargo, desde que el grupo paramilitar abandonó el lugar, todo ha ido recuperándose y la casi totalidad de las personas que habían sido desplazadas por la violencia han regresado ya a sus hogares.

En este caso el periodismo tuvo que ser muy perspicaz para no publicar como cierto un video con tanta repercusión y adhesión. Hoy, el profesional debe reunir y confrontar todas las voces, investigar y escuchar. Todo ello en una plataforma interactiva que es más que un periódico porque se puede lograr aún mejor información enlazando esas fuentes, datos y documentos que comprueben lo que se informe,dándole espacio a que amplíe la información si lo desea.

También, otra herramienta que se puede utilizar es publicar una nota bajo la absoluta autoría y responsabilidad del ciudadano. Así deja “vía libre” para que la información, como el proceso con el que se ha conformado Wikipedia, pueda ser editada en línea o refutada visiblemente sin involucrar la credibilidad del medio o los periodistas que lo integran.

En medio de la tendiente migración del periodismo analógico al digital, el planteo siguiente es reconocer qué formatos deberá tomar el posperiodista para continuar su tarea de manera ágil, creíble y contundente. Los elementos multimedia son fundamentales y su función ya no es sólo la de comunicar o contar una historia, sino que es la de ser un coordinador de interacciones. Entonces, la nueva tarea comienza a ser la de encontrar lo valioso en los mares de datos y, hacer una buena selección de fuentes será una garantía para su público.

La agenda se vuelve menos rígida, sólo deberá reseñar los temas más trascendentes y el resto dependerá de lo que ocurra en el día. Todo se publica según ocurre cronológicamente y no existe el cierre de las ediciones. Además con la aparición de los prosumidores, el profesional tendrá que estar abierto a posibles correcciones o críticas que reciba. Incluso existen sitios como Fixmedia.org[7] en donde los usuarios están invitados a “mejorar las noticias” que se publican en los medios, identificando errores o vacíos de información.

Además, los medios sociales dan lugar a humanizar la figura de los periodistas, antes incuestionables, pero ahora no estarán exentos de pedir disculpas en un blog o su Twitter, ni modificar una publicación si esta lo requiere, ni reconocer que hay miembros del público que saben más que ellos sobre determinada temática.

Incluso el conjunto de normas para el diseño y la redacción de documentos en cuanto a las formas de contar, las tipografías, los colores y las disposiciones no podrán ser fijas.

Con prosumidores en su rol de productores de información, colaborando en distintos formatos, habrá infinitos modos de compartir información.

Legalidad: fuentes, contenidos e información

Pero en medio de esta libertad y la inmensidad de información circulante, es necesario hacer mención de propuestas legales impulsadas desde Estados Unidos que impedirían la viralización de datos en web sin un adecuado respeto por los derechos de autor. Se trata de los proyectos de ley SOPA[8], PIPA[9] y OPEN[10]las cuales buscan reducir la piratería en línea bloqueando, censurando y recortando las fuentes de ingresos de las páginas que violen la propiedad intelectual. Si bien se trata de iniciativas norteamericanas, gran parte de sus posibles cambios repercutirían en el resto del mundo ya que muchos de los sitios involucrados son los principales servidores del resto.

Igualmente, hasta el momento ninguna de las tres leyes fueron aprobadas, pero hubo recientemente un hecho que sentó precedente: la aplicación de la legislación “Digital Millenium Copyright Act”, que desde 1998 contaba con la capacidad de retirar material ilegal en línea, hecho que habilitó a generar en enero 2012 el cierre y detención de los fundadores y trabajadores de Megaupload, un sitio que facilitaba la compartir materiales protegidos por el derecho de autor.

En respuesta a esta medida, los hacktivistas[11] del grupo virtual Anonymous, llevaron a cabo el mayor ataque cibernético que se haya registrado al intervenir páginas como la de la Casa Blanca, el Departamento de Justicia estadounidense, del FBI; también se vieron perjudicados los sitios de las empresas Universal Music y Sony.

Estas iniciativas son quizás una alerta a los usuarios para que si quieren continuar accediendo a una red libre y abierta, es importante generar una cultura de respeto por las industrias protegidas por la propiedad intelectual. Se trata de bienes y servicios virtuales que tienen un valor y se debe pagar por ellos aunque no se reciban como algo tangible. Si bien deberían buscarse nuevas formas de generar ganancias, los músicos, autores o cineastas no reciben ingresos por sus creaciones y por lo tanto propician un decrecimiento todas sus industrias.

Otro caso que se relaciona con las regulaciones legales en medio del internet libre es el del periodista Julián Assange, señalado como el creador de la organización y sitio web WikiLeaks[12], donde se publicaba a través de informes y documentos exclusivos, contenido sensible en materia de interés público preservando el anonimato de sus fuentes. Llegó a reunir 1,2 millones de cables compartidos por fuentes anónimas, cuyo eje principal era develar comportamientos no éticos por parte de los gobiernos, con énfasis especial en los países que consideraban bajo el poder de regímenes totalitarios. También se involucraron en asuntos relacionados con la religión e importantes empresas de todo el mundo.

En el marco de este movimiento informativo, en agosto de 2010 a Julian Assange se lo acusó de abuso sexual a dos mujeres en Suecia y fue apresado. El caso resultó confuso y se lo vinculó con la negativa ante su labor en la organización, por lo que entre libertades bajo fianzas y extraditaciones a diferentes países de Europa. Actualmente se encuentra en Londres refugiado en la embajada de Ecuador, peligra ser trasladado a Estados Unidos donde buscan juzgarlo por espionaje y traición, hechos por los que podría ser condenado a la pena de muerte.

El caso Assange es un precedente, WikiLeaks en ningún caso citó fuentes de información, hecho que de algún modo rompe con las lógicas claves del periodismo. Además, se hizo público material que podría haber desatado hechos graves de masividad mundial.

Para el nuevo perfil de periodistas dentro de la información participada, en el momento de armar una publicación, su función profesional deberá ser la de convertirse en fundamentales mediadores del orden de lo ético, lo moral, correcto y lo incorrecto para que algo se haga público. Las lógicas de participación se modificarán, pero no cambiarán los modos de dar aval periodístico para que una noticia tenga entidad.

El periodismo participado se dará a partir del diálogo y construcción colectiva donde será necesaria una organización central noticiosa que controle el intercambio de información. Y la conversación es el mecanismoque justamente transformará los roles tradicionales del periodismo y creará una ética dinámica e igualitaria de dar y recibir.


[1] SANCHEZ, Juan Luis. “Reporterismo multimedia y periodismo participado”. El futuro del periodismo. EVOCA Cuaderno de ComunicaciónMadrid, Editorial Evoca, 2012.

[2] ESCUDERO, Lucrecia. ¿Quién es el autor de las noticias. Acerca del contrato mediático de la información en Revista Sociedad, No. 11, Buenos Aires, 1997.

[3] KOVACH Bill y ROSENSTIEL Tom. “Los elementos del periodismo” Madrid, Ed. El País, 2003

[4] BAUDRILLARD, Jean. Requiem para los medios. Consulta: 4 de abril de 2012. Disponible en:  <http://bit.ly/KGnSmi>

[5] Video “Kony 2012”. Consultado el 28 de agosto de 2012. Disponible en:< http://www.youtube.com/watch?v=R1Q960kPZ7Q>

[8] Stop Online Piracy Act

[9] Protect IP Act

[10] Online Protection & Enforcement of Digital Trade Act

[11] Término para denominar la conjugación de hackers y activistas.

Publicado por:

Periodista argentina entusiasta de la tecnología e interesada en la información participada. www.letracompartida.com es mi laboratorio. Soy parte de la Secretaría de Vinculación Tecnológica de la Facultad de Periodismo de la UNLP. Tw: @ohcarool

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