Claves
Receta para crear un nuevo medio y hacer el periodismo que soñamos
Por Esther Vargas
Publicado el 15 de enero del 2012
Plaza Pública es un medio independiente de Guatemala que investiga y cuenta historias, que cree en el periodismo y “que busca explicaciones en medio de los torbellinos”, que tiene como meta no centrarse en los poderosos sino en la gente común y en sus problemas (ver su primer editorial). Esta propuesta reconocida como un buen ejemplo en la región nos llevó a Enrique Naveda, su editor general.
¿Cómo nace Plaza Pública?
De la coincidencia. Había una universidad que quería fundar un medio de comunicación y había un grupo de periodistas que estaban ansiosos por imprimirle un tono distinto al discurso periodístico guatemalteco y veían con asombro los logros de El Faro, La Silla Vacía, El Confidencial, Frontera D o ProPublica. Y aquella institución y aquellos periodistas se encontraron. En el principio fue el Verbo: la Universidad Rafael Landívar, jesuita, llamó a Martín Rodríguez Pellecer para que nos buscara a nosotros y lo dirigiera.
De Martín habían tenido noticia por su columna en Prensa Libre, el medio impreso de mayor difusión de Guatemala, en el que él había sido reportero durante varios años. Cuando todos aceptamos, se negociaron niveles de independencia y autonomía (que la universidad ha respetado con creces y en ocasiones hasta ha ampliado). En aquellos primeros meses, en noviembre y diciembre de 2010, apenas nos comunicábamos esporádicamente y dejábamos caer algunas ideas. En enero comenzamos a reunirnos a diario en una minúscula oficina de la universidad y con una mezcla de fervor e ingenuidad, diseñábamos línea editorial y secciones, y proyectábamos una calidad que aún estamos muy lejos de alcanzar. Fueron los días de romanticismo, y probablemente los que más hemos disfrutado hasta ahora de un año que hemos disfrutado profundamente.
Una cosa tuvimos clara desde el primer momento: cómo debía ser el medio de comunicación que fundáramos. Debía ser, como Habermas había dicho, una plaza pública en la que los ciudadanos discuten, argumentan y comparten ideas y perplejidades. Desde luego, eso aún no lo hemos logrado (a veces por nuestra propia incompetencia, y a veces porque en ciertos sectores de poder existe una presión de grupo –una especie de sabotaje velado, según hemos sabido– que nos dificulta mucho encontrar columnistas de todo el espectro ideológico), pero es la brújula que nos dirige.
¿Cuántos periodistas forman parte de la redacción de Plaza Pública y qué perfil tienen?
Empezamos muy pocos, hace un año que parece ya una década. Éramos el director y un editor gráfico y una asistente financiera, una fotógrafa a tiempo parcial, y tres editores contratados a medio tiempo que hacíamos labores de reporteros y de orientadores para la media docena de estudiantes a los que teníamos que formar. Un año después, gracias a la ayuda de la Open Society Foundations, la Hivos y el colchón que teníamos de la Landívar, todos estamos a tiempo completo y contamos además con cuatro reporteros profesionales y una pléyade de colaboradores que donan textos, conocimientos y trabajo. El promedio de edad de Plaza Pública es de alrededor de 27 años, y nos movemos entre los 18 y los 42. Todos nos hemos formado como periodistas, como politólogos o como internacionalistas, y algunos en varias de ellas. En nuestro equipo buscamos siempre cuatro cuestiones elementales: espíritu crítico, capacidad analítica, entusiasmo y calidad para narrar.
¿Qué diferencia a Plaza Pública de un medio tradicional?
Al ser uno de los fundadores de Plaza Pública me resulta difícil verlo únicamente como lo que es sin que esa imagen se vea teñida o matizada por los planes que tenemos para ella y que para nosotros son parte de su esencia. Por eso prefiero contestar a medias con unas referencias a lo que queremos que sea Plaza Pública (y que creo que cualquier director de periódico suscribiría en su caso), y diré, adelantándome, que creo que sólo en muy pequeña medida lo hemos conseguido.
El periodismo que nos gusta y que quisiéramos hacer en Plaza Pública es ese periodismo que busca explicaciones en medio de los torbellinos, que sugiere patrones de conducta, causas y consecuencias, el que no merodea en la superficialidad de las cosas. Un periodismo que no centra su objetivo en los personajes importantes, en los que supuestamente deben interesar, y relata morosamente todo lo que dicen, hacen o, supuestamente, piensan, sino uno diferente: aquel que se preocupa por los problemas importantes y trata de entender sus momentos significativos, aunque a veces le afecten que personas que ni siquiera son personajes ni celebridades públicas. Un periodismo que no tiene vocación de archivo o registro exhaustivo de bostezos, sino de mapa o brújula o péndulo, que mide o explica el tiempo, que muestra desde arriba cómo se relacionan los objetos o los sucesos. Un periodismo que entra en las casas para dar cuenta acabada de los hechos y de las circunstancias y que no pretende sentarse en el parlamento a hacer política para servir sus propios intereses o hablarle al oído al presidente. Un periodismo que no oculta sus estandartes: democracia, derechos humanos, justicia social. Uno curioso, que se hace preguntas y que, lleno de convicciones, no para de cuestionar sus propios prejuicios ni ocultará a sabiendas un hecho que los demuestre equivocados. Esa forma de entender la profesión que es, por así decirlo, científica y humanitaria, porque se parece en el método a las ciencias sociales, y en el enfoque parte de premisas similares a la Carta de los Derechos Humanos.
No obstante, pensándolo en detalles concretos y con una perspectiva menos ambiciosa, creo que hay rasgos muy evidentes de Plaza Pública que, al margen de detalles como su precio o periodicidad, la diferencian de los medios impresos de Guatemala. En primer lugar, nuestros textos o infografías suelen ser bastante largos. No nos acompleja el hecho de que la mayoría de nuestros textos tengan cerca de tres mil palabras y que algunos lleguen casi hasta las diez mil, entre seis y veinte páginas. Somos gente convencida de que a los lectores, por extraño que parezca, les gusta leer. Por eso, además, en nuestro medio predominan los géneros menos ásperos del periodismo (la crónica, el reportaje, el blog personal, la columna, la entrevista a fondo), y es raro encontrar una noticia, una información sencilla: declaraciones del día, conferencias de prensa, textos desarticulados con expresiones inarticuladas. Creemos que lo que los poderes sociales nos quieren contar es el negativo fotográfico de lo que la gente desea saber y necesita saber. Además, somos pocos y no podemos estar en todos lados. Por eso preferimos acercarnos a donde los demás no están y citarlos cuando necesitamos que ellos, pero no nosotros, presenciaron. Cuando, por ejemplo, nos sirve uno de los hechos o declaraciones que ellos publicaron para completar un reportaje nuestro o una crónica, no nos molesta enlazar las noticias de otros periódicos: nos encanta hacerlo, un poco por reconocer el mérito y la ayuda, y otro poco por picar –aún si es con nuestra escasa fuerza- en el caparazón de aislamiento que rodea a los medios guatemaltecos, que viven a menudo sin dialogar, sin aludir a los demás, como si los otros no escribieran sobre las mismas cosas o no tuvieran alguna vez buenas ideas o grandes hallazgos. Lo hicimos en algunos casos cuando, en competencia con los impresos más poderosos del país, conseguimos los cables de Wikileaks para Guatemala en exclusiva (fuimos el medio más pequeño y más nuevo del mundo en obtenerlos): utilizamos enlaces a otros periódicos para contextualizar hechos que ocurrieron antes de que nuestra publicación existiera.
Plaza Pública además no tiene anuncios, de momento, ni ánimo de lucro. Lo primero no es una cuestión de principios, sino sólo jurídica y puede cambiar. Lo segundo es invariable. Nuestro medio es financiado por una universidad, la Universidad Rafael Landívar, y dos organismos de cooperación, el Open Sociey Institute e Hivos. Siempre que esto cambie, lo haremos público, al igual que con nuestra línea editorial.
¿Cómo contribuyen las redes sociales y los blogs en la generación de contenidos?
Las redes sociales y los foros de momento contribuyen poco: más que nada, nos hacen críticas que nos obligan a matizar algunas ideas o a concretarlas mejor; o a veces nos piden que trabajemos ciertos temas que, casualmente, varias veces ya habíamos empezado a reportear. En algún caso hemos invitado a alguno de nuestros seguidores o críticos en las redes sociales a escribir sus opiniones de una forma más ordenada a modo de columna. Los blogs son una parte esencial de Plaza Pública. Por el momento hay tres que juegan con un tono más personal y literario, y alrededor de una treintena que comentan la actualidad social y gozan de un gran número de lectores.
¿Cómo se consigue financiar un medio de calidad?
Primero estamos investigando cómo hacer un medio de calidad y luego veremos lo del financiamiento. De momento, intuyo que hacen falta dos cosas: mucho trabajo y mucha suerte. Ya en serio, nosotros hemos partido en posición adelantada, con una gran ventaja, porque la Universidad Rafael Landívar nos aseguraba una cantidad que nos permitía comenzar y mantenernos. Ahora estamos concibiendo algunas ideas que a mediano plazo podríamos comenzar a poner en práctica, pero no sabemos muy bien cómo funcionarán porque no hemos visto que nadie las haya desarrollado antes. También pensamos contratar a un fundraiser, una especie de diplomático del dinero, que nos ayude con la tarea. Para proyectos concretos a mucha gente le están funcionando bien las páginas de crowdfunding, en las que uno expresa su voluntad (por ejemplo, “quiero construir un cohete”) y si hay gente a la que le interesa la idea, pone unos pocos o miles de dólares para ayudarte.
¿Qué espacio ha logrado llenar Plaza Pública?
Desde luego, no somos el único medio que trabaja con seriedad y rigor. Hay buenos profesionales, excelentes periodistas, en otros medios. Me parece que es muy pronto para decir que Plaza Pública ha llenado nada y probablemente se nos juzga en la misma medida por lo que hemos hecho y por lo que quienes nos leen piensan que podemos hacer. Si cabe decir algo, si por algo parecen estar satisfechos nuestros lectores, es por dos razones. La primera es que Plaza Pública se ha convertido en una especie de lugar de reposo al que llegan quienes quieren una lectura más sosegada y poliédrica de la realidad. La segunda es que hemos asumido un discurso que se sitúa siempre extramuros del fortín conservador o neoliberal que tiende a ser Guatemala y porque ejercemos una crítica poco común hacia los poderes económicos y que tematiza problemas que estaban fuera de la agenda.
Hoy mismo hemos publicado un artículo que describía las prácticas de explotación infantil en el negocio del azúcar (uno de los más prestigiosos y lucrativos del país) utilizando como hilo conductor el trabajo de niños en la finca del presidente de la Cámara del Agro. En privado hemos recibido comentarios asombrados que nos decían que midiéramos bien nuestras fuerzas y que fuéramos estratégicos en buscarnos enemigos porque de ellos puede depender nuestro financiamiento en el futuro. Nuestra respuesta fue que como periodistas, no buscamos enemigos sino información; que no hacemos cálculos con respecto a cómo nos llegará el dinero en el futuro, sino a cómo contar tanto lo que nuestros lectores quieren leer como lo que a nuestro juicio merece ser contado.
Es seguro que tendremos que buscar soluciones muy distintas de los tradicionales negocios de los periódicos (la dependencia de la venta de ejemplares y la publicibidad). Desde luego, sabemos que puede ocurrir que en el futuro Plaza Pública se muera metafóricamente de hambre. Ya le ha ocurrido en el pasado a otros medios que, aún siendo más conservadores, se atrevieron a golpear lo que no debían ni rozar. Y entonces será una pena y lloraremos todos, pero al menos no nos quedaremos pasmados, mirando al pasado, y pensando en la oportunidad que dejamos pasar.
Este post tiene una segunda parte.
Publicado por:
Esther Vargas
Periodista. Directora de Clases de Periodismo y La Ruta del Café Peruano. Consultora en Social Media. Editora web del diario Perú21 del grupo El Comercio de Perú. Especialista en periodismo digital, comunicación digital y social media.
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