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Ser periodista visual en Buenos Aires
Por @cdperiodismo
Publicado el 24 de diciembre del 2011
Por Norberto Baruch (*)
Cuando comencé, hace casi siete años, con Visualmente, lo que busqué fue volver a mi pasado de periodista. Cuando era chico, cuando mis padres pretendían que fuera abogado, yo los enfrentaba para lograr alcanzar mi verdadera vocación: la de ser periodista. Ni ellos sabían sus razones, ni yo las mías.
Fui periodista, y de los que se comprometían con alguna causa. Escribía sobre los desaparecidos y denunciaba a los desaparecedores de traje y corbata. A los de uniforme, también.
Siempre me interesó hacer lo que nadie hacía. En periodismo eso era hablar de lo que nadie hablaba. Y la única forma de hablar que tiene un periodista es a través de sus investigaciones.
Y mis investigaciones fueron informes en las mejores revistas argentinas de los ochenta como Humor, El Periodista de Buenos Aires y El Porteño. Esas investigaciones fueron después libros para dos editoriales como Centro Editor de América Latina y Galerna.
Después me metí en publicidad, iniciando mi sabático. Allí también mi preocupación fue hacer lo que nadie hacía. Y logramos cambiar, con mis duplas circunstanciales, la tradición de Coca-Cola de repetir los patterns de EE.UU. También fuimos los primeros en ensuciar las Chevrolet.
Cuando empezaba a estar demasiado lejos del periodismo decido volver y entro en el diario Página/12, para hacer lo que nadie antes había hecho ahí: las infografías y las ilustraciones editoriales de las tapas de los suplementos de economía y ciencia, Cash y Futuro.
Esa era otra forma de hacer periodismo. No sabía como definirla, pero me salía de esa forma el periodismo. Sin escribir.
Por lo que hice en el diario Página/12, me ficharon en el diario La Nación.
Pero al mismo tiempo trabajé en el otro diario, el Clarín. Ahí también logré hacer lo que nadie había hecho: darle una identidad al suplemento de Informática, con un personaje llamado Dr. Robert.
Pero volvamos a La Nación. Allí logré algo único. Pude crecer con el producto. Fue como una road movie, donde uno entraba a la autopista siendo alguién y terminaba siendo otro. Todo este viaje me llevó a tratar de unir mis dos pasiones: lo visual y lo textual. Hoy, después de la experiencia fallida en el diario Crítica, donde, por primera vez, hacía las primeras planas con ilustraciones muy conceptuales, llegué al nuevo diario Tiempo Argentino.
En Visualmente venimos escribiendo sobre la crisis que vive nuestra profesión. Es más, Visualmente nace, hace 6 años, para tratar de dar respuesta a esos problemas que tienen que ver con la subsistencia de los diarios. Cuando en el 2004, en las palabras inaugurales de las Primeras Jornadas Universitarias sobre Diseño de Información, hablamos de la necesidad de buscar esas respuestas en la forma de hacer periodismo, empezamos a escribir ésta historia. En aquel momento, las consultoras estaban en alza y ofrecían sus recetas de recortes de papel como si hacer origami fuera la solución mágica.
Era muy extraño que ante la falta de lectores, la solución ofrecida, la única, fuera reducir el tamaño del diario. Por supuesto, que eso sólo solucionó las finanzas de las consultoras. Entonces nosotros comenzamos a llevar nuestra palabra cuasi salvadora a varias redacciones, donde ofrecíamos capacitación para periodistas y diseñadores, porque consideramos que ahí estaba la clave. No en el tamaño del papel.
A los periodistas, en sus escuelas, les enseñaban a escribir como si estuvieran en los cincuenta, como si una pirámide invertida pudiera salvarlos. Mientras que a los diseñadores los convencían de que su trabajo era aprender a usar algún programa de maquetación, para preparar cajas de texto grandes y cajas de imagen más o menos chicas.
Ni los primeros tenían formación visual, ni los segundos se animaban a leer lo que se escribía. Por eso, en nuestros talleres en diarios latinos como Perú 21 de Lima o El Mundo de Caracas, o más recientemente en La Industria de Trujillo, pedimos que realizaran el taller periodistas y diseñadores juntos. Nuestros talleres tenían que ver con una nueva forma de hacer gráficos más creativos, cuasi lúdicos, donde el diseño no fuera sólo un diseño bonito, y la información no fuera sólo vehiculizada a través de la palabra, para que periodistas y diseñadores pudieran trabajar mejor. Como la infografía era el verdadero punto intermedio entre el que escribe y el que diseña, los talleres tuvieron mucho aceptación.
La infografía de autor es la menos usada por los infógrafos. Hoy, el infógrafo debería desempeñar un papel más importante en el proceso comunicativo que el que tiene hoy en las redacciones. Deberían aceptar una traducción más creativa, más cercana a la gente y no tan cerrada, sólo entendible por los colegas. Muchas veces, el infógrafo trata de demostrar su erudición para ser respetado por los periodistas, históricos dueños de la pelota (en términos futboleros de la calle). Pareciera que los infógrafos no han podido todavía salir de su baja autoestima para animarse a hacer periodismo visual de verdad. Esa transformación que empezó a hacer el periodismo textual de la pirámide invertida que dió paso a la nueva narrativa gonzo y más cerca a la del realismo mágico latinoamericano.
Los infógrafos todavía están construyendo esa pirámide, con programas de 3 D, sin importarle el lector, que siente que esa infografía parece arrancada de algún libro de texto de su infancia. Hoy, la creatividad, el pensamiento lateral y lo lúdico, deberían definitivamente entrar en la redacción de los diarios que todavía existen.
(*) Periodista visual nacido en Argentina, de amplia trayectoria en los principales medios de su país y una referencia en el mundo de la infografía y el diseño de diarios. Es autor del blog Visualmente y actualmente trabaja para Tiempo Argentino. Ha ofrecido talleres en diversos países de América Latina.
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