Sandro Mairata
Un auditorio medio vacío para el editor de Vanity Fair
Por Sandro Mairata
Publicado el 26 de septiembre del 2011
Recuerdo esa noche como el momento en que comprobé la brecha de perfiles, bagajes y nociones que nos separan como periodistas. Hay muchos que aún juzgan por las apariencias y Vanity Fair les parece poco menos que una versión de más de Vogue. ¿Cómo explicarles que Vanity Fair, de la mano de Graydon Carter (y antes de él, de la sagaz Tina Brown) publica mucho del mejor periodismo de revistas del mundo? ¿Acaso ya pasó al olvido la legendaria portada de Demi Moore desnuda y gestante, fotografiada por Annie Leibovitz en agosto de 1991?
La sala de conferencias de la Escuela de Periodismo de Columbia recibió a Graydon Carter el 14 de abril con apenas 30 estudiantes, cuando la sala tiene capacidad para unos 200.“¿Quién es Graydon Carter?” me preguntaron varios compañeros a quienes intenté convencer para entrar a la sala. Ocurre que mi profesora de Producción de Revistas, la ex presidenta y editora de Time Out New York y de Entertainment Weekly (EW.com), Cyndi Stivers, era la organizadora de la velada. Pero los esfuerzos no dieron muchos frutos, Carter ya se encontraba en la escuela, y el reloj seguía su curso.
En el lado opuesto de las cosas, tener a Graydon Carter para unos pocos era en sí un lujo. Con su traje impecable y famosa cabellera revoloteada, nos dedicó hora y media de su valioso tiempo.
Debo decir antes de continuar que no puedo citar textualmente a Carter, puesto que él lo pidió así. Fue parte de un acuerdo que en el momento sirvió para frenar tuits, y que le facilitó contestar con soltura. Pero haré el mejor resumen posible de lo conversado, reiterando que nada de lo que escribo a continuación son citas textuales de Carter sino el resumen de conversaciones entre el orador y su auditorio.
Las entrevistas de Vanity Fair y la eventual portada –que involucran por lo general a estrellas de Hollywood casi al ciento por ciento– están resueltas con tres meses de anticipación. Hay una combinación estrecha entre agentes y editores que busca, de parte de la revista, minimizar en lo posible la manipulación de parte de los agentes –como las decenas de entrevistas que da Lindsay Lohan a diversos medios garantizando su entrada en sobriedad, solo para volver a hacer noticia por escándalos la semana siguiente–, y el mayor acceso posible de parte de los periodistas.
Muchos de los que son referidos como editores en realidad no son parte del staff estable, sino que trabajan por contratos, lo cual les permite trabajar para otros medios. Escribir en Vanity Fair es un privilegio ganado en base a logros previos en otros medios, ya que la revista rara vez publica artículos de autores novatos.
La revista intenta ser justa en sus posiciones pero debido a la polarización de los años recientes en los medios, poco a poco ha ido asumiendo una postura mucho más liberal de lo acostumbrado, con críticas constantes a los manejos de Wall Street (dedicando incluso una serie de profundos artículos para denunciar los entretelones de la crisis financiera de 2008) y sobre todo, exponiendo los gruesos errores de la administración de George W. Bush que resultaron en la invasión a Irak.
Los errores se pagan caro. En el caso de Vanity Fair, en miles de dólares. Un artículo de A.E. Hotchner publicado en 2002 describió una escena en que el director de cine Roman Polanski seducía a una modelo en un automóvil cuando este iba al entierro de su esposa, Sharon Tate –asesinada brutalmente por el secta de Charles Manson en 1969. Polanski denunció a Vanity Fair en 2005 desde Francia (donde vive por temor a una extradición a EE.UU. por cargos de abusar de una menor) en un tribunal de Inglaterra. No bastaron las rectificaciones posteriores puesto que Vanity Fair, con Carter a la cabeza , defendieron su historia hasta donde pudieron y finalmente, debieron pagar una multa de 50 mil libras esterlinas o unos 78 mil dólares al cambio actual.
En el caso de las fotos las fotos de Miley Cyrus semidesnuda, que llevaron a la actriz y cantante a declarar “sentirse muy avergonzada”, se da el típico caso de una personalidad yendo un poco más de los límites y luego sintiendo la presión de los medios por el paso dado.
Siendo además una publicación que busca penetrar con periodismo de alto calibre, la cobertura a fondo de gigantes financieros como Goldman Sachs, gobiernos extranjeros, el ejército y entidades gubernamentales estadounidenses, genera una tensión constante puesto que las propias fuentes de un tema pudieran ser objeto de investigaciones posteriores. Pero en el balance justo de las cosas se encuentra el buen periodismo. Y Vanity Fair, con sus despliegues de moda, glamour y periodismo agresivo y minucioso, parece haber en el blanco. Al menos por el momento.
Finalmente, reitero que tener a Carter para unos cuantos fue una suerte inesperada. Le pregunté si trabajaban en una historia sobre el entonces reciente terremoto en Japón, y como buen editor me respondió “eso míralo en la próxima edición”.
Les dejo las fotos completas de la velada.
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