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El precio de fabricar historias
Por Esther Vargas
Publicado el 12 de agosto del 2011
Me atrevo a tocar un episodio que mancha el esfuerzo que todos hicimos por conseguir un lugar en Columbia, porque la sumatoria de posts anteriores quizá hayan dado la imagen distorsionada de que casi no existen zonas oscuras en esta escuela. La Escuela de Periodismo de Columbia tiene altibajos, como cualquier otro centro de enseñanza.
Su nombre es Robert “Rob” Sgobbo. Mencionarle en la Escuela de Periodismo de Columbia genera un inmediato aire de incomodidad entre quienes conocen su historia, en especial entre autoridades y entre quienes fueron sus maestros. Rob Sgobbo tenía 24 años cuando se graduó con la promoción 2010; era un brillante alumno muy querido entre los profesores y muy conocido entre sus colegas, de esos que reciben fuertes aplausos el día de graduación. De hecho, a su corta edad ya contaba con una Maestría en Educación de Pace University; su especialidad era la cobertura de temas educativos.
Rob Sgobbo fue atrapado a fines de ese mismo año fabricando personajes y situaciones para una historia que apareció publicada en el Village Voice. Dos medios para los cuales también escribía, Huffington Post y New York Daily News –donde lo describieron como uno de los practicantes con mayor potencial–, tuvieron dudas sobre su trabajo y de inmediato retiraron sus trabajos de internet y acto seguido, lo despidieron.
Lo que llamó mi atención al enterarme de esto fue que ese mismo Rob Sgobbo había sido invitado a nuestra clase de Reporting and Writing I (Reportaje y Redacción I) para darnos una charla de cobertura de temas educativos ,junto a una compañera que finalmente no asistió, Meredith Kolodner, cuando ambos eran aún reporteros del New York Daily News. Rob Sgobbo vino a nuestra clase el 30 de diciembre de 2010.
“Ambos pueden hablar de cobertura educativa y acceso, por supuesto, pero también pueden hablar acerca de cómo avanzaron tan rápido hacia trabajos de periodismo a tiempo completo”, decía el correo de aviso enviado por nuestra excelente profesora asociada, Karen Stabiner.
Sgobbo apareció aquella mañana de martes con una seguridad en sí mismo y carisma notables. Delgado, con una amplia sonrisa y un peinado laqueado de gran flequillo hacia arriba, fue gentil en compartir fuentes, ideas de notas, experiencias y el “detrás de cámaras” de sus artículos. Yo mismo pedí su contacto por si acaso, y todos quedamos satisfechos con la sesión. Luego seguimos con nuestras vidas.
Los estudiantes de la promoción 2011 aún no regresábamos a clases en enero de este año mientras Nueva York había sido sepultado bajo nieve, cuando un artículo de Gawker estalló entre las redes periodísticas de la Gran Manzana: “El Village Voice envuelto en un escándalo al estilo de Jayson Blair”. Para los que no conocen la trágica historia de Jayson Blair, el reportero del New York Times que inventó una serie de reportajes que le costó el puesto a él mismo y a sus editores, les dejo este enlace a Wikipedia.
El artículo de Gawker fue devastador. En su pieza “For-Profit Blues” (“Lamentos con Fines de Lucro”) Sgobbo había inventado un personaje, “Tamicka Bourges”, para narrar la problemática de los universitarios que se endeudan por montos extraordinarios. Según Sgobbo, “Bourges” era una estudiante de Berkeley College, pero esta institución negó tener a Bourges en sus registros. Sgobbo además citaba declaraciones de Matt Fraser, vocero de la Oficina Gubernamental de Contabilidad de los EEUU (GAO, por sus siglas en inglés), pero esta oficina negó que “Matt Fraser” existiera.
Village Voice retiró a Sgobbo de sus colaboradores. New York Daily News, donde Sgobbo era practicante, lo despidió de inmediato, y retiró todos sus artículos de la web (esto es lo que queda de los cinco artículos que debimos leer para la clase con Sgobbo: 1, 2, 3, 4 y 5); en Huffington Post, de Sgobbo solo queda su perfil.
“Espera un momento… ¿qué?” fue lo primero que dijo Olivia, una compañera de promoción suya, cuando le mostré la historia de Gawker en enero. “Su carrera se acabó… su carrera se acabó…”, repetía desconsolada, moviendo la cabeza de un lado a otro y llevándose una mano a la sien sin terminar de creer lo que leía en mi computadora. Mirta Ojito, nuestra maestra de Reportaje y Redacción I, me dijo en un correo: “¡Oh, no! ¡Y lo tuvimos en clase!”
El asunto Sgobbo no fue un tema de extenso debate entre la promoción en parte por haberse dado en vacaciones, pero sobre todo por el eficiente trabajo de contención llevado a cabo por nuestras autoridades de facultad. Siguiendo una rígida política de lavar cualquier trapo sucio en casa, varias decisiones fueron tomadas para garantizar el pronto enfriamiento del tema: Rob Sgobbo no existe más en las webs de la facultad. No se encuentra rastro de él en Columbia Journalist, ni en la web de su clase en Columbia News Service (que ni siquiera carga cuando se hace clic en el enlace), ni en la de su otra web de clase, The Uptown Chronicle. Buscar el nombre “Sgobbo” en la web de la facultad arroja este resultado.
No todos estuvimos de acuerdo con este tratamiento. Yo formé parte del Consejo Estudiantil, y las discusiones sobre cómo nuestras autoridades manejaban el asunto fueron acaloradas. Bill Grueskin, Decano de Asuntos Académicos y número dos en jerarquía en la Escuela, le respondió en una conversación acerca del tema a la Presidenta de la Promoción, Zahra Raja y a otro representante estudiantil, Andrew Springer, con ese granítico “sin comentarios” merecedor de mejores causas. (Haciendo justicia, el decano Grueskin es uno de los profesores más queridos y respetados de la Escuela; en correos posteriores a los representantes que vieron el caso más de cerca, Grueskin explicó que la Escuela debía ceñir su respuesta al caso según los lineamientos de FERPA, estatuto del gobierno de Estados Unidos que dicta las normas para administrar registros estudiantiles).
Pero como bien señalara Springer en uno de sus indignados correos –ya que él estaba radicalmente en contra del tratamiento al caso por parte de la Escuela–, hasta el New York Times mantiene en su web algunos artículos de Jayson Blair. Un caso más extremo es el del Washington Post, que mantiene en línea el artículo “Jimmy’s World” (El Mundo de Jimmy), por el cual Janet Cooke ganó el Pulitzer de Feature Writing en 1981. El artículo lleva una nota de advertencia, ya que se comprobó, para vergüenza del Post, que fue una completa invención.
El caso de Sgobbo sirvió para algunas reflexiones positivas, como esta de Michelle V. Rafter. También sirvió para que los decanos de la facultad nos recordaran que faltas de ese tipo son causa de expulsión de la Escuela. Mi contribución al asunto fue pedir en el Consejo que se incluya el tema en los futuros casos del curso de Ética; si bien yo también discrepé con lo que a priori pareciera una actitud de ocultar la basura bajo la alfombra, entiendo que el terreno de las decisiones de este tipo no puede dejar satisfecho a todo el mundo. Al menos Sgobbo no figura en la lista de grandes plagiarios del periodismo estadounidense compilada por Media Myth Busters.
Comparar a Rob Sgobbo con Jayson Blair, aunque sigue una línea correcta, es exagerado. Lo que hizo Sgobbo fue inexcusable, cierto, pero Sgobbo era un novato jugando a ser estrella, se quemó poco después de la partida, fue un cáncer extirpado en su primera etapa; Jayson Blair asemejaba en cambio una metástasis consumada.
En las semanas que siguieron, no supe de estudiante alguno que hubiera hablado con Sgobbo; se había borrado del mapa para los curiosos, y puede que muchos de sus compañeros de promoción, ya graduados y repartidos por doquier, no se hayan enterado del problema sino hasta mucho después. Supe que algunos profesores sí pudieron ubicarle, y Karen Stabiner me comentó de la tristeza que sentían quienes le habían tenido de alumno. Todavía se le puede encontrar en Facebook, donde parece que conserva algunos amigos en la facultad. También publica algunas tímidas fotos en su web y su blog. En su cuenta de Twitter, solo tiene dos seguidores.
Uno de ellos es él mismo, desde una cuenta aparte.
Publicado por:
Esther Vargas
Periodista. Directora de Clases de Periodismo y La Ruta del Café Peruano. Consultora en Social Media. Editora web del diario Perú21 del grupo El Comercio de Perú. Especialista en periodismo digital, comunicación digital y social media.
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