Herramientas
La primicia
Por Esther Vargas
Publicado el 15 de abril del 2008
Siempre queremos llegar primero a la noticia. No importa que hayamos llegado tarde al diario, lo real es que queremos tener la primicia. Semanas atrás un alumnos me preguntó qué pasaba cuando se llegaba tarde a un… incendio, por ejemplo. Me ha pasado. Estás delante de la casa y el fuego se ha convertido en cenizas, humareda y polvo. Culpas a todo el mundo: el chofer de la móvil, tu jefe, tu despertador y hasta tu gata. Todo se cruzó en el camino.
Los periodistas llegamos tarde casi siempre. Hay memorables y oportunas presencias que, por supuesto, serán la gran nota. Pero llegamos tarde, porque no tenemos una bola mágica para imaginar que un hombre mató a su esposa de tres puñaladas, que un tipo se tiró al vacío, que una casa se hundió en el río… Llegamos tarde, pero el lector no se entera.
No vale darse la vuelta y regresar la redacción. La primicia se nos va de las manos por dos razones:
Los periodistas llegamos tarde casi siempre. Hay memorables y oportunas presencias que, por supuesto, serán la gran nota. Pero llegamos tarde, porque no tenemos una bola mágica para imaginar que un hombre mató a su esposa de tres puñaladas, que un tipo se tiró al vacío, que una casa se hundió en el río… Llegamos tarde, pero el lector no se entera.
No vale darse la vuelta y regresar la redacción. La primicia se nos va de las manos por dos razones:
1) Llegamos tarde.
2) Alguien o algún medio nos ganó.
2) Alguien o algún medio nos ganó.
A veces no importa llegar primero al hecho noticioso sino llegar bien. Enfocarlo como el primero no lo ha hecho o como no ha sabido hacerlo. Darle la vuelta a la historia, buscar a los otros protagonistas y repensar en cómo vamos a contarlo ahora que ya salió aquí o allá.
Es muy común que los redactores de diarios corran como locos cuando un reportero de radio, de excitada voz, anuncia que se ha producido un triple choque, que hay diez heridos y que los bomberos trabajan arduamente en el rescate de las víctimas. Por cosas del destino hemos estado a solo dos cuadras del lugar y hemos tardado cinco minutos en llegar. De pronto, la voz abrumada del bombero nos dice que aquello ocurrió hace media hora, quizás hace 45 minutos. ¿Acaso el reportero no dijo ‘en este momento’…? Esa fue la pregunta que me hizo cierta vez un practicante.
Todos queremos estar en el momento justo, pero se nos va. Y, como decía, hay que buscar el otro lado de la historia.
La obsesión por la primicia puede ser mortal para la carrera de cualquier periodista. Y si no es mortal puede causar risa. Le pasó a Gabriel García Márquez. Él no fue el causante del fiasco. Fue el protagonista.
Como cuenta el diario El Tiempo de Colombia, la prensa lo casó un día antes. El titular del diario El Heraldo decía: ‘Gabriel García Márquez contrajo matrimonio’. Gabo despertó esa mañana casado, pero no se había casado. A las 11 de la mañana del día siguiente, Gabo y Mercedes se casaron de verdad.
Hace poco se produjo en Argentina un debate que se reduce a dos palabras: un dedo. Sí, un dedo, lanzado en la pista. Esa era la primicia. La imagen que todos querían sin los periódicos encima (Clara señal de haber llegado tarde, tardísimo).
Un periodista de raza jamás estará libre de la tentación de la primicia. La buscará siempre, todas las mañanas. En algún momento llegará el día de su suerte.
Pero, ¿cuánto vale un dedo? El ridículo.
Las mejores primicias son aquellas que nacen de una profunda investigación y no de un golpe de suerte, como toparse en la pista con un dedo. Las mejores primicias, como me dijo cierta vez la periodista Alma Guillermoprieto, se consiguen mirando dos, tres, cinco veces lo que otros solo vieron una vez.
Es muy común que los redactores de diarios corran como locos cuando un reportero de radio, de excitada voz, anuncia que se ha producido un triple choque, que hay diez heridos y que los bomberos trabajan arduamente en el rescate de las víctimas. Por cosas del destino hemos estado a solo dos cuadras del lugar y hemos tardado cinco minutos en llegar. De pronto, la voz abrumada del bombero nos dice que aquello ocurrió hace media hora, quizás hace 45 minutos. ¿Acaso el reportero no dijo ‘en este momento’…? Esa fue la pregunta que me hizo cierta vez un practicante.
Todos queremos estar en el momento justo, pero se nos va. Y, como decía, hay que buscar el otro lado de la historia.
La obsesión por la primicia puede ser mortal para la carrera de cualquier periodista. Y si no es mortal puede causar risa. Le pasó a Gabriel García Márquez. Él no fue el causante del fiasco. Fue el protagonista.
Como cuenta el diario El Tiempo de Colombia, la prensa lo casó un día antes. El titular del diario El Heraldo decía: ‘Gabriel García Márquez contrajo matrimonio’. Gabo despertó esa mañana casado, pero no se había casado. A las 11 de la mañana del día siguiente, Gabo y Mercedes se casaron de verdad.
Hace poco se produjo en Argentina un debate que se reduce a dos palabras: un dedo. Sí, un dedo, lanzado en la pista. Esa era la primicia. La imagen que todos querían sin los periódicos encima (Clara señal de haber llegado tarde, tardísimo).
Un periodista de raza jamás estará libre de la tentación de la primicia. La buscará siempre, todas las mañanas. En algún momento llegará el día de su suerte.
Pero, ¿cuánto vale un dedo? El ridículo.
Las mejores primicias son aquellas que nacen de una profunda investigación y no de un golpe de suerte, como toparse en la pista con un dedo. Las mejores primicias, como me dijo cierta vez la periodista Alma Guillermoprieto, se consiguen mirando dos, tres, cinco veces lo que otros solo vieron una vez.
Publicado por:
Esther Vargas
Periodista. Directora de Clases de Periodismo y La Ruta del Café Peruano. Consultora en Social Media. Editora web del diario Perú21 del grupo El Comercio de Perú. Especialista en periodismo digital, comunicación digital y social media.
Sígueme